lunes, 13 de mayo de 2013

V Vuelta a la Casa de Campo 2013. Una odisea gástrica.


V Vuelta a la Casa de Campo. Una Odisea, un suplicio... buen resultado.

      

 
Casi sin querer, y a falta de sólo diez minutos de cerrar las inscripciones, decidí apuntarme a esta carrera. Sería el domingo doce de mayo, y visto que el día anterior no había podido estar en el que hubiera sido mi primer triatlón olímpico, y tampoco en una carrera de montaña en Guadarrama por quedarme sin dorsal, mi siempre ansioso cuerpo de ponerse un dorsal optó por esta prueba.

 

       La Casa de Campo de Madrid es una de las zonas preferidas para la gente de la capital a la hora de ponerse a correr, y esta carrera constaba de una vuelta circular a toda la casa de campo por la denominada "tapia", algo muy conocido en este lugar. Bueno, pues decir que yo nunca he corrido allí. El recorrido era completamente nuevo para mí, no conocía absolutamente nada y me presenté el día D con tan sólo un perfil grabado en mi cabeza que parecía ser muy rompe piernas como poco.
 

       Con todo ello marché con mi familia hacia la Casa de Campo dejando el coche aparcado en la estación de metro que lleva el mismo nombre y aquí cogimos el tren hasta Lago. Sólo eran dos paradas pero con esto nos ahorraríamos trastornos de aparcamiento en la zona de salida y meta ya que seríamos alrededor de 1.400 participantes. Esta vez llego bastante justo de tiempo. La verdad que, a diferencia de otras pruebas, los nervios brillan por su ausencia. Estoy como pez en el agua. Recojo el dorsal, el 1172, me quito el chándal para quedarme con la ropa de correr que ya traía puesta debajo, y dejamos la mochila en el guardarropa. Cuando termino tan sólo faltan quince minutos para empezar y la gente ya se agolpa en la zona de salida cogiendo posiciones. Veo que no me dará mucho tiempo a calentar y tan sólo corro 5 minutos. A falta de 7 minutos me meto en el bullicio. Decido ponerme en las primeras filas, y es que decididamente prefiero que me adelanten que adelantar yo. Con todo se da la salida, me he puesto por la parte izquierda para que Janet haga fotos, vídeos o lo que quiera. Paso a su lado y el de Valle y recibo los primeros ánimos. El ritmo que llevo es bueno, me encuentro a gusto y las sensaciones son muy buenas. Van a ser 16 kilómetros y medio y, como siempre, y quizás siendo demasiado previsor, decido controlar desde ya, además las cuestas están por venir.


Ultima parte del recorrido.
 

       Toda la primera parte, un kilómetro y medio, o dos, son por asfalto en ligerísimo descenso hasta que en un momento dado se gira a la izquierda y de sopetón te metes en caminos. Rápidamente se llega al primer repecho que llega a la valla de la vía del tren  que se queda a la izquierda. Este repecho no es muy duro y enseguida viene el descenso, pero a partir de aquí un continuo rompe piernas no cesa hasta bien avanzada la prueba. De hecho, algunos repechos son de aupa y te dejan fino filipino. No indican los kilómetros y el primer punto que veo es el 9. Pues más o menos a esta altura y en una bajada bastante pronunciada la tripa me da aviso de que algo no va bien del todo. Se me pasa y doy gracias porque la experiencia con estos casos, por desgracia, ya la tengo, y no es nada buena. Yo sigo con lo mío, subo cuestas, subo cuestones, bajo un poco, subo otro poco, atravieso pequeños puentes, etc. La zona es casi toda en sombra, cosa que se agradece ya que el día presumía ser de calor y aunque es pronto aún, la salida ha sido a las 9:30, el señor Lorenzo ya empezaba a apretar. Además, la zona es muy bonita en general, llena de frondosos bosques que me hacen pensar algo común en quién conoce esta zona: ¿Cómo es posible que estemos pegados a la capital?
 

       Pasan los kilómetros y de vez en cuando la tripa me avisa. Y cada vez la cosa va a peor. El ritmo que llevo es bueno para mí, me estoy encontrando bastante bien y no quisiera que el malestar me dejara bajo mínimos. Allá por el kilómetro trece empiezo a estar mucho peor y creo que voy a tener que pararme en cualquier matorral a dejar constancia de mi paso por allí sin más remedio. Es algo casi incontrolable y la incomodidad es absoluta, pero borrico de mí sigo y sigo, no quiero parar, y como siempre, quiero quedar lo mejor posible y con el menor tiempo también. Ahora llega la parte más dura, y antes de ésta he tenido que bajar irremediablemente el ritmo, y es que es difícil correr rápido mientras aprietas el culo. Es donde peor estoy y casi lo subo andando. Corro, pero no como quiero, menuda rampa, abrumadora, aunque yo miro más tiempo a un arbusto donde esconderme a evacuar que a la cuesta en sí. Pero sigo, madre mía que dolor. Me lo hago encima seguro. Cuando ha finalizado la rampa empieza un terreno más favorable y el malestar es igual. En un momento me giro en dirección a una zona frondosa, pero en un segundo, y sin saber por qué, decido continuar. Quedan dos kilómetros, lo puedo conseguir. Entramos en asfalto y sudo más por mi problemón interno que por el palizón en las piernas. Tocamos asfalto y ya no hay remedio. El bullicio de la Casa de Campo se observa en toda su extensión. Ciclistas, corredores, algo de público, paseantes, así es que ahora, una de dos, o me cago encima o me bajo los pantalones y me ve giñar hasta el tato. Encima estoy yo para esconderme mucho con el traje de mi club que es poco llamativo en colores. Sigo y sigo, aún así no sé cómo puedo mantener un ritmo digno. Hay un momento de mínima paz en mi tripita y veo un cartel que indica el kilómetro 15. Ahí lo doy todo. Es llano hasta meta y cojo un ritmo altísimo, ya me da igual y sólo veo un WC como recompensa final, lo tengo localizado y esa es mi verdadera meta. Los vi antes de la salida donde había una buena fila de corredores para entrar. Espero que cuando llegue estén bien solitos. Adelanto a algún corredor que me adelantó en el peor momento gástrico y me quedo sólo la última parte. Me noto muy bien de sensaciones y sobre todo en una distancia mayor a lo que entreno habitualmente. Quinientos metros y ya oigo la megafonía, por fin la meta está cerca. Veo a Janet y Valle antes de entrar y pienso en que no saben lo sacrificadito que está siendo el día de hoy para mí. Cuando enfilo la recta de meta miro el tiempo y marca 1 hora 10 minutos y me alegro soberanamente. He bajado mucho respecto a los tiempos que me marqué. Pero mi carrera sigue. Los corredores una vez cruzan la línea de meta giran a la izquierda donde dan los obsequios y avituallamiento. Yo ni me acuerdo de esto y sigo recto, sigo corriendo, no puedo hacer otra cosa. Salto una valla sin parar de correr, no aguanto mucho más, y entro por fin a los baños. ¡Mierda! No hay papel en ninguno de los cinco aseos móviles, se lo han liquidado los nervios de los corredores antes de la salida. Miro para atrás y veo a Janet. La grito y no me escucha, no puede ser. Me meto en las vallas para ir en su busca ya que ella esperaba encontrarme por donde salen todos los corredores. Al final me plantifican una bolsa y me la llenan de comida, agua y panfletos de más pruebas. Yo estoy que me muero y mi mujer grabándome como recojo todo con el careto descompuesto. Por fin llego a ella y la digo, -corre, corre-. -¿Qué pasa?       -Dame papel que me llevo cagando desde el kilómetro 13-. La entró la risa y me dio los ansiados clines, y otra vez sprint hasta los aseos. ¡¡¡Ahora SÍ!!! Acabó la carrera.

 

       Dieta blanda y a seguir se ha dicho. El tiempo final empleado fue de 1:10:55 quedando en el puesto 61 de 1309 participantes. Evidentemente podía haber mejorado esta marca algo sin los problemas gástricos, pero poco más. A pesar del dolor de tripa mantuve el ritmo casi toda la carrera salvo algún momento preciso que tuve que aflojar mucho. Un orgullo para mí acabar en semejante posición, no imaginaría hace cosa de dos años, cuando empecé a correr, que podía llegar a estar a este nivel. Y no es que sea Abel Antón o Chema Martínez, pero con tantos problemas y el poco tiempo corriendo que llevo, me hacen sentir muy feliz cada vez que cruzo una línea de meta.

 

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