viernes, 1 de junio de 2012

Hernia discal + ilusión= Triatlón. Triatlón Cross de Tres Cantos 2012


El final de un reto, el comienzo de una ilusión


       Hace más o menos un año el participar en un triatlón se había convertido en todo un reto personal. La culpa de llegar a este pensamiento lo tuvo mi lesión de espalda, mi maldita hernia discal, ese cruel hándicap que me acompaña cada día allá donde voy.

       2010. Tras muchos meses sin hacer prácticamente nada de deporte, exceptuando alguna salida corta con la bici con el solo fin de matar el gusanillo del odiado y obligado sedentarismo, y tras pasar innumerables veces por el tortuoso tubo tragahombres de las resonancias magnéticas, visitas a traumatólogos y neurocirujanos, así como de sentir el punzante, fino y doloroso pinchazo de tantas agujas clavadas en mi maltrecha columna vertebral, decido intentar paliar mis dolores a base de dos cosas fundamentales: descanso y deporte.
       Todo lo enfoco a tratar de prevenir la columna. Corrijo posturas y fortalezco la zona, muscularmente hablando, tratando de contrarrestar el dolor que tan asiduamente padezco. Para ello decido apuntarme a un gimnasio. No es precisamente lo que más me gusta hacer, pero por lo menos comienzo otra vez a moverme y a rodearme de gente, sobre todo, amante del deporte. Para mi es una grata sorpresa observar que a mi alrededor lo que menos abundan son los temibles musculitos de gimnasio. En su defecto existe un alto porcentaje de corredores que utilizan estas instalaciones como preparación paralela al atletismo. Yo centro mis entrenos en la zona abdominal principalmente, zona muscular obligada en gimnasio para los corredores, y sin más y muy lejos de lo que siempre pensé, me entró, como el que no quiere la cosa, el gusanillo del running.
       Sólo de pensarlo me agobiaba soberanamente, pero mi espalda vivía momentos bastante benévolos y entonces decidí probar. Con más miedo que vergüenza me calcé las zapatillas que tenía por casa que más se asemejaban a las de running y me dispuse a realizar mi primera salida. Como ya dije, nunca me llamó la atención el deporte del correr. Lo comparaba con mi bici y no veía más que contras. Ahora sin embargo algo hacía prestarle más atención a este desconocido deporte para mí.
       Mi primer día corriendo sería exactamente el mismo que marcaba la ficha de entrenamientos que hiciera allá por el año 1990 cuando realizaba la preparación invernal con mi equipo de ciclismo. Eso era, cinco minutos andando, cinco corriendo, cinco andando, cinco corriendo y cinco andando. Pues juro por dios que al día siguiente tuve agujetas. Mis primeras zancadas fueron cortas intentando no rebotar en exceso. Cinco minutos y otra vez a andar. No parecía dolerme, de hecho ni me lo creía. Tras andar otro poco, cinco minutos más y prueba conseguida. Estaba perfectamente.
       A partir de este momento empecé a subir minutos en mis días de carrera. Lo seguía combinando con el gimnasio donde continuaba fortaleciendo la zona abdominal y donde realizaba estiramientos, principalmente de la espalda. Seguía subiendo minutos y la columna me seguía respetando. De todo lo relacionado con la combinación de mi lesión y el deporte me curtí de lo lindo, leyendo revistas e internet principalmente, donde gente con mi mismo problema explicaba como había logrado retos imposibles. Igualmente, diferentes médicos explicaban sus experiencias en estos casos, unas veces llenándome de optimismo como tantas otras de oscuro pesimismo. Lograría combatir mi lesión fuese como fuese, y lo intentaría porque nunca he imaginado mi vida lejos de la actividad deportiva.
       En el mes de octubre del año 2010 me apunté al gimnasio, y fue en el mes de Mayo del año siguiente cuando debuté por fin en una carrera a pie. Fue en la sierra y más concretamente en la localidad de Guadarrama. Era una prueba de 10.500 metros, para más inri de montaña, y el hecho de que ésta se desarrollara en su totalidad por caminos, y que además fuese en mi preciada sierra de Madrid, fueron motivos suficientes para apuntarme con más miedo que vergüenza en mi primera hazaña en esto del correr. Evidentemente todo fueron elogios por mi parte para esta prueba al cruzar la línea de meta y disfruté como pocas veces lo he hecho en las carreras o marchas realizadas con mi querida bicicleta. El orgullo era enorme por acabar esta dura prueba y veloz en mi mente se abrían nuevos horizontes llenos de alegría, entusiasmo, y como no, amor por el deporte, este nuevo deporte.  
       No tardé en encontrar el mundo de la combinación deportiva. Sólo la idea de pensarlo me hacía tiritar y desde un primer momento me veía finalizando orgulloso alguna prueba de duatlón. La bici, desde el diagnóstico de mi lesión, no fue gran aliada de ésta y cada salida que hacía, y cuanto más larga peor, mi columna se resentía, y aunque extraño que parezca corriendo no me ocurría lo mismo. Motivo por el cual los duatlones pasaron a ser principal objetivo, sobre todo por una simple razón, los kilómetros a recorrer en estas pruebas son bastante menores al de las marchas ciclistas al ser combinadas con el running. El tiempo encorvado en la bici sería menor y con ello mi espalda se resentiría menos. Seguí corriendo algunas pruebas más de running hasta que llegó mi debut en duatlón.
       Fue en el mes de julio de 2011. El duatlón de carretera de Sonseca en Toledo me esperaba. El ambiente era inmejorable y todo presumía ser especial. Al final tuve que retirarme al reventar la rueda en el sector de ciclismo. De esta y otras muchas pruebas tengo escritas pequeñas crónicas a modo de recuerdo personal principalmente. En este debut me di cuenta de lo duro que eran estas carreras y el alto nivel de participación que en ellas hay. Iba a tener que entrenar duro para luchar con tanto portentoso corredor.
       La espalda en esta época había pasado por días regulares. De nuevo me infiltraron y volví a mejorar. Un día comentando en Foromtb temas relacionados con el duatlón y la lesión que padezco un forero dijo el por qué no hacer triatlón. La combinación de lo que ya hacía, al sumarle la natación ,contrarrestaría en una gran medida los dolores que padecía.
       Pues así fue, un día me puse el gorrito, mis bermudas de cuadros y mis baratas gafas de natación y me lancé como un heroico pez al agua. Un largo de 25 metros tardé en pararme jadeando como un perro apaleado. Lo único que me vino a la cabeza en ese momento fue que nunca acabaría un triatlón ya que los de distancias más cortas suponían recorrer a nado 350 metros, o sea, misión imposible. Pero algo común en mí es la constancia, y más aún si lo que hago me gusta, y así fui, despacio, pero subiendo metros cada día. En estos días intento seguir mejorando todo lo que puedo y realmente se me está haciendo excesivamente duro. Desde luego que es el hábitat donde peor nos defendemos las personas y cuesta dios y ayuda mejorar.
       Mi primer intento en participar en un triatlón fue bastante temprano, yo diría exageradamente tempranero. Por motivos laborales no pude asistir. Sería un supersprint, la distancia más corta en triatlones, esto es 350 metros de natación, 10 kilómetros de bici y 2.5 kms de running para acabar. Llevaba poco tiempo nadando y aún así estaba dispuesto a nadar semejante distancia. Creo que fue una suerte no poder asistir porque verdaderamente no estaba preparado. En el resto de sectores no tendría mayor problema. En la bici no estaba tan entrenado como antaño, pero 10 kilómetros no me supondrían dificultad alguna para poder hacerlo, al igual que la carrera que ya con unos meses de experiencia esta distancia era más que superable. Mi siguiente reto fue para septiembre del año 2011 pero un trágico día mientras entrenaba con la bici fui arroyado por un coche con lo que estuve prácticamente 4 meses parado.
        Y llegó 2012, ya a finales del año anterior empecé a correr aún con el hombro muy trastocado. Esta parte de mi cuerpo fue la peor parada incluyendo en su recuperación pasar por el quirófano.
       Mi intención de debutar en un triatlón se hacía cada vez más grande. Me entusiasmaba la idea de poder superar esta prueba y no iba a parar hasta conseguirlo. Poco a poco mi cuerpo en general volvía a ser el mismo y retomé los entrenos también en el agua. Ahora había otro problema, no tenía bici. El coche que me atropelló la dejo destrozada al pasarla por encima, y ahora el que tenía voz en todo esto era el juzgado, así que conociendo de cerca este mundo estaba claro que la cosa se iba a alargar. El precio de mi bici era muy alto como para afrontar un pago así de repente y de esta forma conseguir entrenar y competir pronto. La solución la busqué comprando una bici de montaña, mucho más barata eso sí, previo acuerdo con mi mujer, claro, que por cierto no puso ningún impedimento tan sólo por verme feliz haciendo lo que tanto me gusta. De esta forma podría entrenar el arte del pedal y como no, intentar hacer, ahora sí, un triatlón cross, esto significa que la parte de la bici se realiza en btt. Y llegó el día soñado.
 
Salida primera tanda. Yo me encuentro en la rampa azul de salida del agua observando la prueba.


       A pesar de estar apuntado a un club de triatlón desde hacía sólo unos días el único que se propuso el afrontar esta prueba fui yo. Así pues, cogí mi coche y  me encaminé nervioso a mi debut. Llevaba días soñando con la natación que me esperaba. Había oído y leído de todo, leñazos por todos lados, agobios, poca visión, además de contar en esta prueba con un gran lago lleno de algas que dificultarían aún más la ya difícil tarea de nadar. Cuando me encuentro ya cerca, y desde la carretera que discurría por una zona elevada, observo la zona donde se disputaría el triatlón. No puedo contener emocionarme al ver tanta gente en la zona, el lago traidor más alejado, y la conocida gran moqueta azul en el suelo que en todos los triatlones se usa en la zona de boxes y salida del agua. Llevaba muchos días esperando eso, sentirlo de verdad y gozar del miedo que me producía acometer en solitario una carrera combinando tres deportes. La ilusión dándose la mano con el temor existente me invadían por dentro. Estaba feliz sólo de pensar en haber tenido las agallas y salud suficiente para meterme en semejante berenjenal.


Zona de boxes
 
       Aparco el coche y me marcho a por  el dorsal y todo lo demás que me quieran dar. Me entregan un sobre con varios dorsales, uno para la correa porta dorsal, otro para la bici, otro para el casco, el chip para el tobillo y un gorro de natación naranja también con mi número de dorsal. También me dan una camiseta de la prueba, que por cierto es un muy fea. Me voy al coche a montar la bici y los trastos para dejar en boxes y hacia este lugar me dirijo. Mientras estoy dentro me entretengo viendo a los que podían haber sido mis contrincantes si hubiese elegido hacer el triatlón supersprint, que es sin duda el triatlón de los principiantes con las distancias reducidas a la mitad del modelo sprint en el que yo participaría. Toda la primera hilera de bicis estaba destinada a los participantes de esta prueba y justo en el momento de estar dejando todo colocado en mi lugar, éstos iban saliendo del agua encaminándose raudos a la transición uno para coger la bici. En esos momentos en que veo las caras de reventados por el sector de natación me pregunto si he hecho bien o no en elegir la otra distancia. El hecho de no elegir la distancia más corta era simplemente porque el sector de ciclismo y carrera las veía demasiado cortas para mí, así que a pesar de que la natación en la prueba que elegí se me antojaba bastante dura y larga preferí esta opción de primeras. Los 750 metros que tendría que nadar ya los había hecho en alguna ocasión en mis entrenamientos sin parar y creía poder aguantarlo aunque fuese sufriendo más de la cuenta. Estaba hecho y ya no había remedio, el primer triatlón sprint estaba a tan solo unos minutos de comenzar.
       Lo dejo todo bien preparado como antes tantas veces había entrenado con el propósito de realizar las transiciones en el menor tiempo posible y me marcho a dar una vuelta por allí. Lo principal es ver bien la zona de salida del agua y el lugar donde está la bici y demás material colocado con el fin de que al salir del agua no pierda tiempo y entre directamente hacia ella sin confundirme en su ubicación en ese mar de bicicletas. Por otro lado me acerco al lago que no deja de impactarme e inquietarme a partes iguales, y viendo cada vez más lejos de la orilla las boyas hacia las que nos tendremos que dirigir para completar el recorrido de natación. Respiro hondo y me voy al coche a prepararme definitivamente.
       Con el mono de triatlón, las chanclas, las gafas de natación y el gorrito naranja me voy aproximando a la salida. Yo salgo en la cuarta manga. Son cinco en total de unos 60 triatletas cada una. Al ser la natación en un lago no da crédito a poder meter a la vez a 300 participantes y la opción final, sobre todo por seguridad, es hacerlo en diferentes tandas. Cuando llego al lago hay gente que esta calentando nadando en él. Yo me lo pienso simplemente por no gastar un gramo de fuerzas que quizás luego podría necesitar, pero en un momento dado también me tiro a probar esas agonizantes y oscuras aguas. La primera impresión es de absoluta oscuridad. Cuando metes la cabeza debajo del agua no se ve nada, bueno algas sí, las famosas algas de este triatlón que he visto tantas veces en mis sueños mientras me agarraban con la intención de llevarme hasta el fondo. Nado más bien poco y salgo del agua por la misma rampa por donde debería salir al nadar. En ese momento la primera tanda está preparada para lanzarse al agua y desde la misma rampa los observo con atención, cualquier aprendizaje visual será bueno. Finalmente la organización decide que la salida será desde abajo ya que el nivel del lago había bajado bastante. Desde la pared de la orilla y cuando suena el bocinazo todos los triatletas salen escopetados. La segunda tanda está preparada ya. A continuación salen las féminas y después yo. Antes nos reúnen en boxes y pasan lista y desde ahí un juez de la Federación nos conduce en filita hacia la zona de salida. Mientras esperamos nos sentamos todos en el muro esperando indicaciones. Por fin nos dicen que nos metamos en el agua y que en treinta segundos se dará la salida.
 
Yo (el quinto, de izda a dcha, con gafas azules y mono negro) antes de lanzarnos al agua.



       Sin aviso previo, nada de preparados, listos, ya, ni nada parecido, suena el bocinazo. No recuerdo si me impulsé con la pared o no, solamente me acuerdo que empecé a nadar buscando que no me pegasen mucho. Enseguida me di cuenta que iba en la parte trasera de esta tanda, o eso creo, y es que no se veía entre el agua sucia y los salpicones de todos. Primero deberíamos dar una vuelta a un circuito, como ya dije, delimitado por boyas. Se llegaría a la rampa de salida y corriendo unos 15 metros nos deberíamos meter de nuevo en el agua para realizar la segunda vuelta, ésta de 420 metros, la primera algo más corta de unos 330. Esto de los metros es en línea recta, pero como tantas veces leí, el ir en recto en aguas abierta es casi imposible y la única manera posible es sacando la cabeza y observar las boyas a lo lejos. Esto lo entrené y así lo hice. De vez en cuando miraba y en pocas brazadas sin mirar me torcía valientemente, y vuelta a enderezar la dirección adecuada. Salgo por la rampa de salida exhausto y corro para volver a tirarme, encima la segunda vuelta es más larga, pienso que no sé si seré capaz de nadar todo lo que me queda. He visto claramente, y he sentido en mis carnes, la brutal diferencia de la natación en piscina y en aguas abiertas, aunque esto sea un lago. Como tantas veces leí, esto es la puta leche. Cuando llego al muro para lanzarme al agua las piernas me flaquean más que nada por pensar en lo que me queda. Me tiro y empiezo a nadar de nuevo. Ahora el grupo se ha estirado y se va algo más cómodo, o eso creía. Poco tardé en empezar otra vez a sentir golpes. Algún gracioso se puso detrás de mí con la sola intención de quitarme del medio. Cada brazada que daba era un golpe en mis piernas que me hundían continuamente y me hacían perder el ritmo que tanto me estaba costando coger. En una ocasión giré la cabeza fuera del agua y me cagué en su padre, evidentemente no me oyó y además nunca más supe quien fue el listo toca pelotas. Por fin lo perdí y seguí a lo mío. Unas veces cruzándome con unos, otras veces desviándome del recorrido y volviendo a encaminar el trazado real hasta que por fin llegamos a la isleta, habría que rodearla entera y volver en línea recta hasta la rampa de salida. Según decían esta era la peor zona en cuanto a lo de las algas. Pues así fue, se enredaban en brazos, piernas y cabeza. Era verdaderamente asqueroso y te hacía perder el ritmo constantemente además del asco que producía. Cuando sacaba la cabeza veía aún muy lejos la orilla por donde debíamos salir pero sin embargo era cuando más a gusto me encontraba. De todas formas iba muy mareado por no llevar un nado correcto en todo el sector. Por fin la rampa, la toco con mis manos y no puedo remediar apoyar también las rodillas y esperar un par de segundos a recobrar la respiración y centrar mi cabeza después de los casi dieciocho minutos “nadando”. Me pongo de pie y corro cuesta arriba en dirección a boxes.
       Según había memorizado hice la entrada en boxes en busca de mi bicicleta y rápidamente estaba preparado para pedalear. A la señal de los jueces me subo a la bici sin pararme, saltando sobre ella en marcha, y comienzo el recorrido que consta de tres vueltas a un circuito. Desde luego que iba mejor que en el agua, pero desde luego que no me encontraba tan bien subido en una bici como cuando entrenaba de verdad el ciclismo, además, había que contar también con mi nula experiencia en el mundo del montain bike. La distancia no era mayor problema, así que lo haría lo más rápido posible sin reventarme para poder acabar también la carrera a pie. Me adelanta gente de las primeras tandas que llevan unos ritmos infernales pero yo sigo a lo mío sin cebarme con ellos, está claro que no puedo seguirlos. También yo adelanto a gente y poco a poco sin más imprevistos se va acercando el final del segundo sector. La btt, aunque es pedalear, no me termina de apasionar tanto como mi flaca y deseo pronto tenerla para realizar este segundo sector de los triatlones a lomos suyo.
       Llegada por segunda vez a boxes. Me bajo en marcha, previamente me había descalzado dejando las zapatillas en los pedales y pedaleando los últimos metros sobre ellas, de esta forma salto en marcha y corro hacia mi lugar en boxes en busca de las zapatillas de correr. Tras un pequeño error de ubicación en la transición encuentro mi sitio, dejo la bici y me pongo las zapatillas. Rápido empiezo la carrera mientras me cambio el dorsal a la parte de adelante haciendo girar la cinta porta dorsal. Igual que en los duatlones donde he participado, el empezar a correr me viene bien. Estoy muy cansado pero me encuentro cómodo. No puedo seguir un ritmo muy alto, siento que es menor al que suelo entrenar, pero claro, en los entrenos normalmente no llevo una paliza previa como aquí. Son dos vueltas a un circuito de 2 kilómetros y medio. Depende como me encuentre intentaré subir el ritmo en la segunda parte. Acaba la primera vuelta y siento claramente que voy a ser, como se dice en este mundo, finisher. Y es que salvo los figuras de verdad, o lo que viene siendo el top 20 o 30 de estas pruebas, y aunque todo el mundo quiere mejorar tiempos, la idea de estas carreras es fundamentalmente la de poder acabarlas. Ser finisher en un triatlón no es moco de pavo, y ni que contar en los de distancias desmedidas. La última parte puedo subir el ritmo y en solitario, qué diferencia con la natación, me encamino a hacia la línea meta. Sigo la ruta marcada por las vallas observando ya el próximo final. Estoy muy contento y me acuerdo de Janet y Valle que no han podido acompañarme en este mi debut para compartir mi alegría con ellas. Nada más cruzar la meta me suministran bebidas y una barrita energética. Me tomo un bote de aquarius, ya que la coca cola estaba caliente, mientras descanso sentado cerca de meta. Cuando me quito la parte de arriba del tritraje tengo el pecho de color verde. Las algas y mierda del agua que se ha metido dentro de mí y al comprimirlas posteriormente en la bici y la carrera a pie con el sudor han formado una plasta verde oscura algo asquerosa. Me voy al coche con la mierda encima con la idea de hacer una foto a tan preciado trofeo cutáneo. Las sensaciones son extrañas, estoy feliz por lo conseguido, pero tardo en asimilar algún tiempo lo que he hecho, no sé por qué. Y no es por hacerme la víctima, pero el mes de mayo me premió un año más con unos fatídicos días de alergia que coincidieron plenamente con esta prueba. No fui todo lo bien que quería y el dolor de cabeza al acabar entre el palizón y la alergia era tremendo.

Restos de algas y suciedad al acabar el triatlón

       Casi exhausto, y tras cambiarme de ropa y asearme como puedo, me marcho para casa con sumo cuidado al volante porque la verdad que estaba muy tocado. Llegué a casa de mi madre donde me esperaba acompañado de Valle que se había quedado allí mientras yo me reventaba haciendo una de las cosas que más me gusta hacer.

        Como siempre pasa en este mundo del deporte, si acabas una competición, independientemente del tiempo o puesto que hagas, algo hace que te quedes pillado, como un yonqui por sus dosis, y rápidamente buscas nuevos retos y nuevos entrenamientos con los que mejorar. En general, he descubierto tanto el triatlón como el mundo del running. Me gustan por igual pero quizás el triatlón me llame más la atención, sobre todo en cuanto a desafíos futuros, llenos todos ellos de ilusión y constancia en su preparación para simplemente cruzar una línea de meta y sentirte por unos momentos el hombre más feliz del mundo.
              
       La espalda no se resintió en ningún momento en toda la prueba. Había logrado vencer la lesión. Había luchado por ello y, creo, lo había conseguido. 

         Deporte y lesión, para mí, la mejor combinación. 

         Di no al sedentarismo. Di sí a la vida.


6 comentarios:

Luis M. dijo...

menuda parrafada ¿te quedaste corto en algo?

Isra dijo...

Si te digo en lo que me quedé corto...

Oscar dijo...

Todo un gran ejemplo para los que sufrimos de la espalda y vemos el Triatlón todo un desafío, una ilusión, pero viable en la medida de cada uno. Gracias a gente como tú.

Ánimo y a vencer los problemas de espalda con el Triatlón. Seguro que acabas siendo un IM.

Isra dijo...

Muchas gracias Oscar, la verdad que es un reto y cada día que acabas de hacer un entreno y ésta te ha respetado das gracias a todo. Lo del IM sería algo increíble pero aún lejano. Lo importante es ir mejorando y sobre todo disfrutándolo a cada momento.

Luciano dijo...

Obrigado pelo belo exemplo de superação... Me serviu de apoio e consolo nesses meu dias nublados por uma hérnia de disco L4/l5

Oscar dijo...

Muchas gracias Isra, lejanísimos quedan mis dolores de espalda causados por una Protrusion Discal L4-L5, siguiendo tus consejos y he volví a correr Medias Maratones incluso hice un par de triatlones. Hace ya más de 4 años que no me duele ni pizca. Gracias a la natación, unos ejercicios de pilates y a ejemplos como el tuyo he vuelto a disfrutar de castigarme haciendo deporte =:)