domingo, 24 de noviembre de 2013

Moral Trail 2013


Pues todo un acierto correr esta prueba. Me apunté sin mucho convencimiento por la distancia a cubrir, pero animado por volver a correr en la montaña. Ahora es difícil conjugar la carrera en montaña con la vida familiar y es más fácil correr cerca de casa, donde por desgracia los parajes no se asemejan para nada a los que pudimos disfrutar el día de la Moral Trail.

       José Luis, compañero del club de triatlón, y yo, fuimos hasta Moralzarzal para correr este trail de diecisiete kilómetros. El cerro de Cabeza Mediana, con una altura de unos 1.330 metros, guardaba las pistas y senderos que deberíamos recorrer. Esta montaña, llamémosla aislada, se encuentra entre los términos de Becerril, Collado Mediano y Moralzarzal, separada por una pequeña distancia llana de la verdadera sierra de Guadarrama. Montaña normalmente ignorada al paso por el lugar, si bien, forma parte de la bella orografía de este enclave. Las vistas, desde ella, por lo general, se suelen dirigir siempre a las altas cumbres o a la cercana Pedriza. Pero ahí está este bello cerro, y dentro de él, cientos de caminos, pistas y senderos que harían sin dudarlo, las delicias de los que nos atrevimos a participar.  

       A las diez y media se da la salida, salimos juntos unos 400 participantes, de los cuales 100 harían una prueba de 9 kilómetros, allá por el kilómetro ocho éstos tomarían un  directo hacía el pueblo para completar la prueba más corta.

       Los primeros 500 metros son por asfalto y cuesta arriba, a partir de aquí no tocaríamos más este duro terreno hasta llegar al final del trail y completar los mismos metros en sentido contrario y, esta vez, en dirección a meta.

       En cuanto dejamos atrás el asfalto una sucesión de caminos y senderos, y también campo a través, se suceden, haciendo un recorrido espectacular, lo disfruto muchísimo y me encuentro bien. El primer kilómetro lo hago en 4:33, muy rápido contando la primera subida, voy viendo la cabeza de carrera y sigo la estela de mi experto amigo en estos terrenos, José Luis. Hasta el kilómetro diez hay tres fuertes y largas subidas donde por narices hay que caminar apoyando en los muslos las manos, la pendiente es muy alta. Y como subidas que hay, también hay bajadas. Aquí José Luis se me va unos metros, y en las partes más técnicas, tengo que dejar que me pase algún corredor para no obstaculizarle. La experiencia en las bajadas en este terreno es primordial y yo no la tengo. Corro mucho bajando pero algunos no corren, vuelan. Allá por el kilómetro seis o siete José y yo hablamos unos momentos con el que ha sido ganador del Gran Trail de Peñalara en todas las distancias, 60, 80 y 110 kilómetros, Luis Alonso Marcos, aparte de otros grandes logros y gestas con los que cuenta en su carrera deportiva a lo largo de todo el mundo. El figura nos dice que esta carrera se la toma tranquilo porque no siempre hay que ir con el corazón en la boca, pues yo le llevo así, tal cual, y él va echando el ratito. Un honor compartir con este máquina unos kilómetros. En las subidas le acababa pasando y en las bajadas me pasaba increíblemente rápido, inhumano.

       En el kilómetro diez, en la zona con más altitud de la prueba, hay avituallamiento líquido y sólido. Cojo un plátano a la carrera y me dispongo a bajar una de las zonas más técnicas del trail. Mucha parte de la bajada es un circuito de descenso de MTB. Pienso en los ciclistas que bajan por ahí, ¡madre mía! Aunque tampoco es moco de pavo bajarlo corriendo. Como digo, algunos bajan que da verdadero miedo. Aquí José Luis se me escapa algo pero le veo entre los árboles, siempre por debajo de mí, hasta que de repente me tuerzo el tobillo, ¡mierda! No ha sido mucho, creo, y sigo. Al rato y allá por el kilómetro 12 me lo tuerzo otra vez, ¡joder! Ahora es evidente que me he hecho daño de verdad y salto sobre la pierna buena perdiendo velocidad, paro unos segundos y corro despacito cagándome en to´ lo que se menea. Sigo corriendo a ver si se pasa pero sigo con dolor, voy despacio. Me pasa gente que debe pensar en lo mal que bajo o el miedo que tengo. Puñetero tobillo. Estoy perdiendo posiciones y me da rabia. Unos kilómetros atrás nos cantaron a José Luis y a mí que ocupábamos más menos el puesto treinta. Sigo hasta que parece que el dolor remite algo, aunque se que algo no está en su sitio ya. Falta menos para meta pero es un buen trozo aún, del cual, la última parte, es bajada técnica, pero cabezón corro y corro. De nuevo en una zona de subida adelanto algún puesto. El tobillo por lo menos me deja correr. Llega la última bajada, el pueblo está cerca y se escucha la megafonía de meta. En la bajada el tobillo empieza a hablar. Intento ignorarle. Llegaré como sea, -me digo-. Toco asfalto y abajo al fondo se ve la meta y bastante público. Corro muy deprisa, el tobillo habla ya en voz baja, no le queda otra, sigo sin escucharle, qué mas da, se que no va a callar en cuanto pare y me enfríe...

       Contentísimo al cruzar la línea de meta. He salvado la distancia y el duro recorrido, salvando 1.700 metros de desnivel acumulado, y salvo el percance, me he encontrado muy, muy bien. Me encuentro con José Luis y chocamos las manos. Ambos estamos contentos y él ha hecho un carretón ocupando el puesto 32 sacándome al final cuatro minutos. Le comento lo del tobillo y nos vamos a un bar a por hielo ,ya que como se preveía, el mismo empezó a hincharse como por arte de magia.

      

       En meta ocupo la posición 48 con un tiempo de 1 hora 37 minutos.


       La montaña tira, tira mucho, es genuina, es singular, es grandiosa, y correr en ella es vida.

lunes, 23 de septiembre de 2013

Triatlón Bola del Mundo 2013


     



Por fin me desvirgué en distancia olímpica, y de qué manera. Rondaba finales de 2012 y una noticia a través de internet encendía una bombillita de ilusión en mi cabeza. Mi intención de realizar al año siguiente algún triatlón olímpico tomaba forma y fecha. La noticia decía algo así como: “ El final de la etapa reina de la Vuelta a España en la Bola del Mundo acogerá un triatlón”. El recorrido, el entorno, la cercanía a casa y todo ello en mi sierra de Guadarrama, auguraba sin duda un triatlón especial. Sin más, y aún con miedo a las distancias, especialmente la de natación, me apunté sin demora. Sería en mayo, así que tendría tiempo de entrenar y darle caña al agua principalmente. Finalmente el clima tan adverso que sufrimos en toda la península, el cual se alargó de manera casi crítica al ya de por sí largo invierno de Madrid, hizo que la organización suspendiera irremediablemente la prueba aplazándola al mes de septiembre.

 

      Finalmente el largísimo invierno pasó, como pasó la primavera y casi, casi el verano para así llegar a la fecha esperada, el 15 de septiembre. Durante este año, y hasta la fecha en cuestión, me he curtido en algunas batallas donde se aprende por narices, y cómo no, vas cogiendo experiencia en este mundo del que nunca se sabe todo. Triatlón de Fuente Alamo, Triatlón de San Rafael en Segovia, ambos en distancia sprint, Triatlón Wilf Wolf Madrid en distancia short y sin drafting, así como duatlones de carretera como el Campeonato de Madrid de Duatlón, algún duatlon cross y también alguna carrera popular. Sin duda, la fecha tardía también ha valido para llegar más curtido a la cima Coppi de mi historial triatlético.

 

      El recorrido no podía ser mejor ni más duro. La natación se realizaría en el embalse de Navacerrada con la peculiaridad de que nosotros inauguraríamos este bonito embalse en cuanto a la disputa de una prueba deportiva en sus aguas. El ciclismo constaría de casi 40 kilómetros realizando un circuito de dos vueltas de unos 20 kilómetros por los pueblos de Cerceda, Mataelpino y Navacerrada enlazando en la última vuelta con la subida al criminal puerto. Y la carrera a pie de 10 kilómetros se desarrollaría por la famosa cresta de esta bonita sierra, la llamada Cuerda Larga, coronando los picos de Guarramillas, Valdemartín y Cabezas de Hierro Menor para finalizar a los pies de la Bola del Mundo.
 

 
      El sábado, día previo a la carrera, mi familia y yo subimos hasta la T2 a dejar preparado todo lo necesario para el paso por esa transición al día siguiente. Para ello utilizamos el telesilla en el que mi peque disfrutó de lo lindo. Desde este medio de transporte montañero se veía todo lo que al día siguiente nos íbamos a encontrar, y por qué no decirlo, los nervios empezaban a aparecer, iba a ser un recorrido monumental. Al llegar a la T2 todo estaba montado ya, me entregaron la bolsa de corredor, dejé todo preparado e hicimos unas fotos. Mis dos compañeros de club, Jose Luis y Sergio Flor, finalmente no estarían en la línea de salida al darse de baja cuando la prueba fue suspendida allá por el mes de mayo. Así que al estar allí, en vivo y en directo, ver esas grandes montañas con el pico de Cabezas de Hierro hasta donde deberíamos correr, la subida cementada a la Bola y demás cositas de este súper triatlón no hacían más que causar temor. A mi familia no le salían otras palabras: ¡estáis locos!

 

Esta vez toca madrugar, a las 5:30 estoy en pie, tomo un desayuno ligero y emprendo el camino hacia Navacerrada. No llega a una hora de viaje y el escaso tráfico ayuda en ello. Por el camino veo estrellas, muchas estrellas, y me alegro soberanamente. La predicción a principios de semana era de lluvias, al final cambió y el domingo parecía que iba a hacer muy bueno. Llego a Navacerrada, aún es de noche. Son las 7 y poco de la mañana, la salida es a las 8, y cerca del pantano ya hay mucha gente. Tranquilamente voy preparando las cosas, cojo la bici y me uno al deambular de mis compañeros de aventuras atléticas en dirección a la T1. Se sienten los nerviecillos. De repente alguien me llama por mi nombre y me encuentro a Alex, compañero de trabajo, y de deporte, claro. Juntos nos vamos hacia la T1 y éste parece ser el único que no está nervioso, será la experiencia, digo yo, o que coño, el singular tipejo con sus, quizá demasiadas gracias, lo disimula muy bien. Poco a poco va amaneciendo y la hora se va acercando. Voy preparando las cosas aunque con muchas dudas de que ponerme cuando salga del agua y coja la bici. El día es bueno, pero ya no es julio ni agosto y refresca bastante. Ya se verá. Una vez puesto el neopreno el cual es opcional dada la temperatura del agua, unos 20 grados, nos vamos acercando a la orilla. El embalse está precioso con el amanecer y sus tranquilas aguas hacen de él una increíble e inmensa piscina natural rodeada de bellas cumbres que más tarde, ojalá, podrán sentir mis pies al correr. Somos doscientos y pico triatletas, la mayoría a realizar la distancia olímpica, y unos pocos otra más corta. Nosotros saldremos primero. Serán dos vueltas de 750 metros. Es la primera vez que nado esta distancia en competición pero ahora ya no tengo miedo. Mucho tiempo atrás quedaron esos comienzos donde un largo de 25 metros me dejaba jadeando. He entrenado mucho y el miedo se ha ido, ahora sólo hay respeto.

 

      Desde el agua se da la salida. Dos grandes boyas en medio del lago marcan los giros a realizar. Me coloco a la izquierda, no quiero ser golpeado en exceso y desde el principio recibo pocos golpes y agobio. Me encuentro bien y voy a lo mío. Primera boya muy abierto, cero agobios y golpes, segunda boya igual. Aparte de querer ir por fuera yo solito me voy para la izquierda una barbaridad, cada vez que saco la cabeza tengo que enderezar el rumbo. A mi izquierda no va nadie nunca, a mi derecha todo dios. Primera vuelta, salimos del agua, se corren unos 25 metros para lanzarnos de nuevo. A mitad de la segunda vuelta empiezo a notar un pequeño amago de tirón en la pierna pero no va a más y consigo salir muy bien. Contento mientras corro por la moqueta a por mi bici me voy quitando el neopreno mientras pienso que tengo hecha una parte de esta aventura. El tiempo que realicé fue de veinticinco minutos y algo. Ni loco creí poder hacer ese tiempo nunca. Sin prisas pero sin pausa me quito la parte de abajo del neopreno y opto por no ponerme ni maillot ni manguitos, así que me pongo el casco, las zapatillas y cojo la bici. Al irme me dejo las gafas, ¡qué marrón!. Las busco en la mochila rápidamente y me voy corriendo unos 200 metros hasta la línea de los jueces donde me subo a la bici y comienzo mi segundo segmento.

 

      Nada mas empezar es cuesta arriba, muy cuesta arriba y por pavés. La bici bota en exceso y deseo pisar asfalto rápidamente. En cuanto llego a él empieza una bajada y enseguida enlazamos con el circuito al que daremos dos vueltas. Cogemos mucha velocidad, nos hemos juntado unos cuantos y nos damos relevos. Giramos dirección Mataelpino y comienza una buena subida. Aquí se observa claramente que cada uno coge su ritmo y la mayoría opta por no quemarse a rueda de nadie que no sea de su nivel. Queda mucho para reventar tan pronto al cuerpo. Me hago reservón y no fuerzo mucho en ningún momento aunque tampoco voy de paseo.  Me junto con un chico con el que hago todo el triatlón. Llevamos más o menos el mismo nivel y nos entendemos perfectamente. Segunda vuelta y la cabeza ya sólo piensa en el puerto, bueno y también en la carrera a pie. Desde la segunda vuelta y hasta el final vamos pasando gente de la prueba corta, los cuales han nadado la mitad que nosotros y al circuito de ciclismo sólo le han dado una vuelta, también pasamos a alguno de la prueba larga. Empieza Navacerrada y el ritmo que llevo es muy bueno. Las piernas me van bien y me noto fuerte, aún así no fuerzo más de lo que me exige la subida donde en ocasiones, como en la zona del Ventorrillo, no quedan más huevos que forzar un poquito las patas, y es que mi cabeza sabe bien lo que aún queda, los temibles tres kilómetros y medio finales de bici y el trail de diez. Otro dato singular en el puerto es el corte de tráfico. Aunque extraño, la organización ha logrado para esta prueba restringir el tráfico a motor en toda la carrera lo que hace a mi conocida subida a Navacerrada una preciosa ascensión en plena armonía ciclista-naturaleza. Sigo subiendo y cogiendo gente junto a Javi, mi compi de viaje. Cuando la pendiente lo permite compartimos alguna pequeña conversación, se le ve buen tío, a veces me pasa el relevo y yo lo hago igualmente. En la Fuente de Los Geólogos está el primer avituallamiento pero no cojo nada. No he bebido mucho y aún tengo líquido en el bidón, suficiente para acabar. Aquí empieza a hacer algo de frío y es que se empieza a notar la altitud. Pero se acerca el final del puerto de Navacerrada en sí, situado a 1.860 metros de altitud. Un llaneo de sólo unos 25 metros y empieza el calvario, se acabó cualquier frío en el cuerpo. Nos deseamos suerte Javi y yo y  metemos todo el desarrollo que llevamos. Hasta aquí, hasta Navacerrada puerto, he subido en varias ocasiones, pero hasta la Bola nunca, por lo menos en bicicleta. Se de lo extremo que es, no hay más que ver los porcentajes en su altimetría, y a pesar de haber intentado ir en alguna ocasión a verlo antes de la carrera finalmente nunca subí estos últimos y salvajes tres kilómetros y medio.

      He subido hasta el puerto muy bien, creo que nunca lo he subido igual y estoy animado a hacerlo bien en lo más duro. Un giro a la derecha, enseguida dejamos el puesto de la Cruz Roja a nuestro lado y una S con asfalto cementado y peligrosa tierra suelta nos da la bienvenida en forma de rampa al 18% de desnivel. Desde este momento me doy cuenta de que al porcentaje imposible hay que sumarle el estado de esta pista de cemento que no hace más que endurecer la subida durante todo el recorrido final. Nos retorcemos desde el primer momento mientras en lo alto se divisa donde deberemos llegar. Son 400 metros de desnivel en 3 km y medio con rampas continuas durísimas llegando a algunas al 21%. Nunca pensé que una rampa del 10% sería un alivio, pues así era, en ellas se descansaba, y había pocas. Llega un momento donde no sabes lo que estás haciendo, subes por inercia y pienso en algún momento que esto no es ciclismo, esto no se me asemeja a pedalear. No me parece que lo haga, sólo ejerzo una fuerza brutal en mis piernas para que no se pare del todo mi bici, casi sin pensar en que lo que hago es dar pedales. La vegetación es inexistente aquí, el entorno precioso, y el marco ciclista sublime. Los metros van pasando lentamente, todavía se ve muy alto el Bar La Bola donde el día anterior estuve con Janet y Valle preparando mi paso por allí. Sé que ahora viene otra zona durísima, más si cabe. En un giro a izquierdas la carretera se convierte en pared. Asusta encontrártelo de frente y pienso que no seré capaz de subirlo pero tiro para arriba apretando los dientes. El público empieza a aparecer y sus ánimos son un aliciente único en este momento. La sucesión de curvas de herradura es abrumador en porcentajes. Pasamos al lado del público que nos ánima, los cuales andando lentamente pueden ir a nuestro lado sin problemas. El final va llegando, sé que lo conseguiré. Última curva a la izquierda y en falso llano de 50 metros llegamos a la T2. Una subida indescriptible, preciosa, dura, emocionante. Subiendo pensé que eso no era ciclismo, cuando llegué arriba me consideré ciclista.

 

      Cuando entro en la T2 veo que acaba de salir Alex. Me había sacado tres minutos en la natación y en el ciclismo le había recortado yo a él. Aquí al igual que en la T1 no cojo ropa de abrigo y salgo con el tritraje a correr como hacen la mayoría. Me pongo mis zapas de trail, la visera, dorsal adelante y a correr. Seguimos juntos Javi y yo también en la carrera. Cojo unos geles en el avituallamiento y me tomo uno. En la bici no tomé ninguno, sólo bebida isotónica y juntos corremos por la montaña. El trail empieza en subida pero aquí se puede correr sin problemas. Las piernas me van muy bien aún, muy al contrario de lo que pensé y del miedo que tenía a correr después de subir semejante puerto. En ocasiones Javi se queda algo rezagado, sobre todo en las bajadas, en las subidas me pilla de nuevo. Desde las mismas antenas se inicia un descenso donde al acabarlo hay un avituallamiento, termino el gel que me tomé al principio y bebo del liquido isotónico que dá la organización. Es gaseoso y está malísimo. Por los siguientes avituallamientos opto por el agüita de toda la vida. Aquí empieza una subida fuerte al Cerro de Valdemartín toda por un pequeño sendero muy visible pero pedregoso. No se puede correr, pero andamos cuesta arriba a todo trapo. Antes de coronar ya corremos y de nuevo una larga bajada. Al final de esta un nuevo avituallamiento y la subida por excelencia a Cabeza de Hierro Menor. Casi toda andando, a veces corriendo y la última parte trepando. Trepando por las rocas a la vez que buscando el camino de ascenso. No era para perderse ni mucho menos, pero había que fijarse un poquito. Por fin se corona, hay un miembro de la organización que hace fotos, te da una pulsera y te indica donde hacer el giro y el camino de descenso a seguir. Me dice si quiero otra foto, y le digo que por qué no. Pues allí, en lo alto, quedo bien plasmado, hasta hago una pose. Empieza el descenso complicado y técnico, en ocasiones buscando por donde bajar. Me encuentro bien y sólo queda la vuelta. Aquí se me ha ido algo Javi pero no me pico con él. La bajada se las trae pero voy bastante rápido. De nuevo la subida a Valdemartín y en el descenso me alcanza la primera clasificada que me dice al ver mi indumentaria que perteneció a mi club el año anterior. Nos juntamos un rato en la subida a Guarramillas ella, Javi y yo. Sé que voy a acabar el triatlón con el que tanto soñé.  La última parte hasta las antenas de La Bola del Mundo, y aunque siendo cuesta arriba, los tres corremos a buen ritmo y a partir de aquí unos 400 metros de bajada hasta la meta. En la bajada me relajo aunque irremediablemente me embalo. Abajo al fondo se ve la meta, hay mucho público, la mayoría nos anima, así como lo hacen los montañeros que en su día de excursión se han encontrado con este tinglado en la cima de esta mítica montaña madrileña. Se agradecen soberanamente esos ánimos y con un cansado pero heróico “gracias” se lo hago saber. Estoy muy feliz y es emocionante la llegada. Llego y aprieto los puños mientras sonrío. Y vuelvo a repetir, es emocionante. Nunca en una carrera me he emocionado tanto. Sin llegar a llorar, aunque el acongoje le tenía, y es que hace relativamente poco tiempo tuve que dejar el ciclismo por tener una hernia discal que me tenia destrozado física y moralmente. También hace relativamente poco empecé a nadar y sólo un poquito de tiempo antes, a correr.

       Llegar aquí, correr esta prueba, disfrutarla como la he disfrutado y finalizarla de esta forma, tan feliz, simplemente emociona. Será porque este deporte es eso, emocionante.
 
       Tiempo total: 3h:49':56"
       
       Natación: 25’:44”
       Ciclismo: 1h:55’:11”
       Carrera: 1h:21’:59”
       Posición General: 45º
       Posición Catg.: 15º





 





 









 
 

viernes, 5 de julio de 2013

Triatlón Wild Wolf. Triatlón Villa de Madrid 2013. SHORT


      
"Poco a poco". Esa es la frase elegida por los más veteranos de este deporte. La puedes escuchar infinidad de veces en tu paso por él. ¿Y por qué? Pues nada más lejos que por la “ansiada ansiedad” de querer hacer y lograr los retos más difíciles cuanto antes, como si la vida nos fuese en ello, sin disfrutar de todo el camino que precede al gran logro. La gente olvida que con las distancias más pequeñas, su preparación, entrenamientos y sacrificio, éstas también acaban convirtiéndose en grandes logros.  Parece que la gente se aburre y decide, así de buenas a primeras, hacer pues eso, ¡ala!, un Ironman, así de siempre, y como diría un tal Loreal, porque yo lo valgo.

       Mi intención principal no se aleja mucho de este dicho, quizás equivocado, quizás no. Mi reto era hacer, este segundo año, un medio Ironman y más exactamente el famoso Ecotrimad. Todo quedó en un deseo y finalmente pensé que el 2014 sería el año, prefería ir “poco a poco”. Tampoco quería, como he llegado a ver en alguna competición a la que he asistido como público, tener que hacer la media maratón andando simplemente por el hecho de llegar. Ya con un entreno digno esto puede ocurrir, andar más de la cuenta, pero hacerlo por hacerlo a sabiendas de que sufriré como un perro llegando casi, casi a perder la cabeza y no saber ni donde estás, no me iba ni un cacho. Este año he entrenado muy bien y todo en mí ha cambiado, mi cuerpo, mi mente y mi forma física. Diría que nunca, ni en mi época como ciclista, he estado tan fuerte y me he encontrado tan bien. En este caso doy las gracias a esos pedazos de entrenos que cada semana me manda Ceci y que intento seguir todo lo que puedo, y como no a mis compañeros del club, el Trialcorcón, que sin ser, por desgracia, muy asiduas mis comparecencias en los entrenos con ellos, entre whatsap, foro y coincidencias en la piscina y competiciones, también se aprende muchísimo.

Era el momento y la distancia short del Triatlón WILD WOLF de Madrid era la prueba para desvirgarme de la distancia sprint.


       El ambiente como suele ser en estos casos, era excelente. Los coches empezaban a llegar a las proximidades de la zona del lago de la Casa de Campo de Madrid donde estaba ubicado todo el tinglado que conlleva la organización de un triatlón con ambas transiciones en el mismo lugar y con tal cantidad de participantes. Las bicicletas y sus jinetes cargados con grandes mochilas a rebosar de nervios se aproximaban en cuenta gotas a la zona de boxes donde dejar todo preparado para sus dos pasos por ese lugar. A mi llegada los participantes de la distancia half ya han empezado hace un rato. En el día de hoy se celebran dos pruebas, la Half y la Short, la mía. El día anterior se celebraron la super sprint, sprint y olímpico. Veo a lo lejos como algunos participantes corren en busca de sus bicis desde el lago en dirección a boxes, así como a algunos otros que ya están comenzando su andadura ciclista. Algún día haré tales distancias yo también, o eso espero. Poco a poco. Primero bajo a recoger el dorsal y vuelvo al coche a preparar todo. Coloco los dorsales en la bici, casco y porta dorsal. Me pongo el chip. Inflo las ruedas, etc. Una vez en boxes y cuando tengo todo preparado me doy cuenta de que me falta el gorro de natación, me lo he dejado en el coche y como no queda otra me doy una caminata con la mochila de los nervios a cuestas en busca del desaparecido gorrito rojo que indica que salgo en la primera tanda. Y allí estaba, se había caído entre los asientos del coche. Otra vez para abajo. Entrego la mochila en el guardarropa y me marcho hacia el pantalán. De momento no he visto a ninguno de mis tres compañeros de equipo que harán la distancia short. Cuando llego ya hay gente que calienta en el agua, pero aún falta un rato para empezar y me quedo mirándolos nada más. La gente dice que el agua está muy buena, incluso alguno dice que mejor que la de la piscina climatizada. Pues una vez me lanzo al agua a calentar un poquito doy fe de lo oído, está de lujo. Qué comparación a la del último triatlón en Segovia donde aún con el neopreno te quedabas congelado. El pantalán se empieza a llenar de gente. Está a punto de dar la hora. Ahora veo a Sergio que llega algo justo de tiempo y seguidamente a Alberto. Luis, el compañero que falta y a quien no conozco aún, saldrá en otra tanda posterior. Ya sólo estamos en el pantalán los participantes con el gorro rojo y se da la salida.

 

       Me he puesto por la parte derecha y delante de mí se tira bastante gente. Tengo que esperar unos segundos antes de lanzarme si no quiero caer encima de alguien. Veo un pequeño hueco y me lanzo. 950 metros por delante. Mi mayor distancia compitiendo. Empiezo bien y no noto ni un solo golpe. ¡Qué gusto joder! Últimamente me machacaban. Las distancias entre boyas se me hace corto. Voy muy bien y disfruto de cada brazada. Se que el ritmo no es muy rápido pero no me importa. Es la primera vez que nado a gusto y sin agobios, y llegar con buenas sensaciones es mi prioridad. En los giros hay golpes irremediablemente, pero estoy fuerte y recupero rápido la compostura siguiendo con mi nado. En la última parte me han pasado unos 4 atletas que han salido en la segunda tanda, dos minutos después que yo, y sin más llego a la rampa de salida. Corro por el pantalán y un largo camino por moqueta azul llena de piedrecitas debajo de ésta hace que corra como quien evita chinchetas mientras anda descalzo.

        La transición la hago bien y por primera vez no me calzo las zapatillas, van en los pedales. Corro y se me hace largo hasta la línea donde los jueces te permiten saltar sobre la bici.

        Salto y el gemelo izquierdo que me molestaba algo al salir del agua se me da la vuelta. ¡Menuda putada! Meto los pies sin problemas y en un principio voy ligero y estirando la zona. Enseguida meto el trancazo y que sea lo que Dios quiera, comeré y beberé a ver si se subsana pronto el problema muscular y, sobre todo, no me da guerra en la carrera final. Paso a muchos corredores, algunos de mi distancia y otros muchos de la distancia half que llevan un paso mucho más lento. El circuito me gusta. Son dos vueltas de 20 kilómetros cada una de ellas con algunos repechos más bien largos y sobre todo una subida tendida pero larguita en los últimos cinco kilómetros de cada vuelta, y ésta, dentro de la misma Casa de Campo. El sector de ciclismo es sin drafting y por lo general observo un buen comportamiento en los participantes. Me gusta tirar yo solito sin ir a rueda o sin que nadie se acople a la mía. No quito el plato en ningún momento y me encuentro bien, aunque el gemelo no  me deja estar al 100%, pero no me puedo quejar. En la segunda vuelta adelanto a Sergio y a Alberto que evidentemente han salido antes que yo del agua y lo hago en la última subida del circuito ya cerca de la transición. En esta zona hay gran cantidad de público donde, cómo no, hecho de menos a mi familia que no han podido estar animándome esta vez. La T2 la hago muy rápido y justo cuando empiezo a correr llega Sergio a dejar su bicicleta. Nos animamos y seguimos la tarea. Ahora quedan diez kilómetros. Es la primera vez que corro esta distancia en triatlón y temo los calambres sobre todo. Voy a por todas.

 

       La carrera son dos vueltas a un circuito de 5 kilómetros, dos y medio de ida y otros tantos de vuelta. Los dos primeros kilómetros y medio y hasta que giras 180 grados para volver en dirección opuesta se me hacen eternos y parece que hubieran sido siete. Hago el giro y me encuentro a Sergio de frente. Paso del avituallamiento y sigo dirección a la primera vuelta. Antes de llegar al kilómetro 4 más o menos me adelanta Sergio, nos animamos y le mantengo toda la carrera unos 50 metros delante de mí. También nos cruzamos con Alberto y Luis animándonos mutuamente siempre. Se está haciendo duro y empieza la segunda vuelta. Somos muchos atletas en el circuito. Aquí nos hemos juntado también las dos distancias. Las piernas no van mal pero están tocaditas y el cansancio general se nota ya demasiado. Me tomo un gel que cogí de la bici y que llevaba en la mano justo antes del avituallamiento donde cojo agua que me hidrata bien y me quita la pastosidad que dejan estos geles en los labios y dientes. También los chorros de agua colocados por la organización son un buen aliado contra el calor, vienen de lujo y te dan ese pequeño plus para continuar algo más fresquito. Hace calor, el día es ejemplar en este sentido y aquí, en la Casa de Campo, se agradece mucho la gran cantidad de zona arbolada que hay en el circuito de los 10 kilómetros. Sigo viendo a Sergio, pero en los últimos dos kilómetros y medio me saca un poco de ventaja. Lo está dando todo el jodío. Yo también, pero un pelín más lento, jeje. Se acerca la meta. Estoy muy contento, he pasado con nota la distancia, me lo he pasado en grande sabiendo sufrir y haciendo un tiempo muy bueno según mis expectativas. Se ve la línea de meta y su rampita para cruzarla, la subo y cierro ambos puños al pasar bajo el arco, sin levantar los brazos, en señal de rabia y satisfacción. Voy por el buen camino, estoy haciendo las cosas bien y disfruto de cada entrenamiento para saborear a conciencia después cada competición.

 

       Aquí dejo los tiempos que realicé. Y lo de las fotos, una pena. La organización no puso fotos, apenas una veintena, y contando que mi familia, que es mi reportaje fotográfico, no pudo venir, pues no he salido en ninguna. ¡Qué rabia!
 
 

jueves, 6 de junio de 2013

2º 10km Correcaminos 2013



 
Antes de contar esta crónica debo disculparme con quién corrió pagando la cuota correspondiente, así como con la organización de la Correcaminos, ya que no estoy de acuerdo en que la gente haga lo que yo este día hice, correr sin dorsal, pero, en este caso, tiene un por qué.
 

       La inscripción rondaba mi cabeza desde el mismo día que terminé la I Correcaminos hace ya un año. Pero ahora estoy más centrado en los triatlones y el día antes, o sea el sábado, corría uno en Segovia, así que opté por no apuntarme ya que creí que iba a ser una paliza competir dos días seguidos.

 

       Pero amaneció el domingo y el cuerpo pedía guerra. A sabiendas que tenía ganas de ir y que mi primo, con quien compartí la misma carrera un año antes, iba a estar presente en la prueba, la noche anterior preparé el despertador para ver si con algo de suerte me despertaba con ganas y fuerzas suficientes para afrontar los 10 kilómetros de los que consta esta carrera. Y así fue. Me levanté y, aún con algo de dolor en el cuerpo, cogí las llaves del coche y vestido ya con la indumentaria de correr me marché al gran evento.


      Dado que la zona va a estar muy saturada de coches decido aparcar en un polígono de Móstoles y ya desde aquí ir por caminos hasta la zona de salida aprovechando para calentar un poco. Apenas dos kilómetros y estoy en medio del barullo localizando a mi primo sin problema después de darme su posición vía teléfono. Viene con dos amigos más y juntos charlamos un ratito antes de empezar. Voy sin dorsal y me siento raro. Parece que me fuesen a regañar de un momento a otro. Y sin más se da la salida.

 

      Hay mucha gente, unos 800 participantes, creo, y salgo un poco atrás. Enseguida paso gente y me veo con un buen ritmo. Noto las piernas bastante bien para lo acontecido el día anterior y mantengo el ritmo prácticamente durante todo el recorrido. Voy mejor que el año pasado y pienso en bajar el tiempo aunque no apareceré en las clasificaciones. El recorrido, idéntico al del año anterior, lo conozco a la perfección, son mis zonas de entrenamiento, todo por caminos. El recorrido no tiene en sí fuertes rampas pero tampoco es llano, ni mucho menos. Los kilómetros van pasando y la meta se va acercando. Pienso si pasar bajo el arco de meta o apartarme del recorrido antes de llegar. Ignoro los avituallamientos en el recorrido, que nadie me vaya a llamar la atención por listillo, y finalmente con un poco de vergüenza, y junto a otro corredor, paso el arco de meta. Ahora sí, me aparto y salgo de la zona de llegada. No he pagado y evidentemente no voy a recoger ni detalles, ni comida o bebida, y me voy unos cien metros antes de la llegada donde está la familia de mi primo, lugar desde donde he recibido sus agradecidísimos ánimos, y junto a ellos espero la llegada de Luis y sus dos compañeros. Aplaudimos a los participantes que van llegando y por supuesto al protagonista, que superando otro día más su maltrecha rodilla ha podido completar esta dura prueba de 10 kilómetros.

 

       Al final yo realizo un tiempo de 42:01 quedando en la posición 46 de la general. En el GPS me marca 10,500 metros. No sé si estará bien del todo pero tampoco me preocupa. He bajado en tres minutos la marca del año anterior y estoy contento. Me despido de todos y vuelvo corriendo los dos kilómetros hasta el coche. Aún me encuentro fuerte. Ha estado bien. Al año que viene si no pasa nada me apuntaré como Dios manda.  Excelente carrera.

 

P.D. El lunes no era persona, me dolían hasta las pestañas.

 

lunes, 3 de junio de 2013

I Triatlón de Los Angeles 2013


      
 
     
 Esta vez tiramos para tierras segovianas, eso sí, en las faldas de la sierra de Guadarrama. O sea, próximos a la Comunidad de Madrid. El lugar en cuestión es Los Ángeles de San Rafael, lugar donde se desarrollará la prueba a la que nos hemos apuntado unos pocos compañeros del club Trialcorcón. Compartimos coche Sergio, Alexis y yo, y en poco más de una hora llegamos al lugar donde se celebraría el primer Triatlón de los Ángeles, como así se hace llamar. Nada mas bajar del coche nos tenemos que poner ropa de abrigo, y es que el día no es para nada cálido. El verano sigue haciéndose de rogar y pensamos mucho en la temperatura del agua y el frío que pasaremos una vez montemos en la bici. Ya había visto en la página web de la carrera que no seríamos muchos participantes, apenas 100, y cuando llegamos el ambiente es algo soso. Aún están montando la zona de llegada y nadie entrega dorsales a los pocos asistentes allí congregados. Estamos en la zona de un gran campo de golf y junto a un restaurante del susodicho lugar deportivo. Pasan cochecitos encapotados con sus golfistas a bordo que nos miran como quién se está entrometiendo en finca ajena a sabiendas de su prohibición, o esa sensación me da a mí. Poco a poco van llegando más participantes y se empieza a organizar la recogida de dorsales. También dejamos las zapatillas en la T2 y preparamos el resto para que a lomos de nuestras bicicletas realicemos unos cinco kilómetros en dirección a la T1 que ésta junto al embalse donde se nadará. Este camino nos deja ver los rampones que nos vamos a encontrar en el circuito ciclista, algunos de ellos de pavés y que nos dejan perplejos a más de uno. Tras una larga bajada llegamos al pantano. La zona es muy bonita, toda completamente arbolada de montes bajos que rodean nuestra particular piscina. Entramos en los estrechos boxes, pequeños como los de la T2 y nos vamos preparando. Se empieza a oír que el agua está casi, casi para que la prueba se suspenda, pero finalmente todo el mundo se pone el neopreno y siguiendo las instrucciones de alguien que grita fuerte para poder ser escuchado, sin altavoz, seguimos sus pasos y nos disponemos a tirarnos al agua. La salida será desde el mismo agua, nada de pantalán, y el “gritador” nos dice que lo hagamos rápido para que una vez estemos todos situados entre el borde y una barca que vemos a lo lejos, se dé la salida cuanto antes para no morir congelados antes de empezar a nadar. Los primeros en probar el hielo dicen groserías, algunos, otros se ponen a nadar como si nada, pero van congelados igual. Me tiro y evidentemente está como la madre que la parió. Pero me acuerdo de Alexis que es su primer tri y el tío va con un neopreno que le han dejado y que para más inri no tiene mangas. ¡Vaya tela!

 

       Todo el mundo en el agua y se da la salida. Una vez más no salgo de los primeros y además salgo por el medio. Enseguida el agobio está servido. Veo a Alexis a mi lado, es inconfundible con sus bracitos al aire. Vamos entre manotazos y empiezo a pasarlo mal. Se me hace eterno el recorrido hasta la isleta que hay en medio del embalse y donde daremos la vuelta en dirección contraria en busca de la rampa de salida. Voy realmente mal y sólo se me pasa por la cabeza que nunca seré capaz de hacer un triatlón de mayores distancias. Rodeo la isleta y en un punto se toca el suelo todo lleno de piedras. Me alegra y recupera algo esos escasos segundos sin bracear. Ahora la vuelta es algo mejor pero voy mal de cojones. La cabeza no me funciona como es debido, este creo que es el peor problema, y el frío del agua no ayuda a estar mejor. Por fin se sale del agua y en la rampa algún listo me empuja para que me dé más prisa. Debe tener prisa por quedar el 60 en vez del 61 de la clasificación general. Una vez en la transición me encuentro con Pedro que tiene la bici al lado de la mía y me dice que Sergio acaba de salir de boxes. Estoy preparado y me voy.

 

       Salto sobre la bici y de primeras un repecho abrumador y a diferencia del pensamiento inicial, no paso ni una pizca de frío. Cuesta coger la compostura tras nadar, salir mareado y meterte una rampa semejante, pero poco a poco voy cogiendo ritmo. Los primeros kilómetros son todos en subida, bajando el desnivel poco a poco. En esta parte adelanto a Pedro y en el momento en que este tramo enlaza con el circuito al que tendremos que dar tres vueltas un pequeño agujero en el asfalto hace que mi rueda derecha pinche sin remedio. ¡Menudo putadón! Sin pensarlo echo pie a tierra y saco de mi porta bidón de las herramientas una cámara y sin ayuda de desmontables la cambio lo más rápido que puedo. Me pasa mucha gente pero no tardo mucho en subsanar el problema. Lo peor, inflar la rueda con la mierda de bomba de 4,95€ que llevo encima. Aunque no con su presión correcta, me monto a lomos de la burra y tiro millas algo decepcionado, pero con ánimos suficientes para acabar y lo doy todo. Empiezan las tres vueltas con sus tres fuertes subidas. Adelanto mucha gente al igual que me adelantan a mí los primeros clasificados que me llevan una vuelta de ventaja. Con algunos me uno y les aguanto bien el ritmo excepto en cada subida donde acabo perdiendo rueda, eso sí, antes de que me reventasen del todo y así poder seguir sin mayor problema. Llega la pequeña T2 y rápidamente suelto la bici y, con las zapas puestas, salgo a correr.

 

       Cuando empiezo, un corredor que inicia la segunda vuelta, el circuito consta de dos vueltas de 2,5 km cada una, me sirve de guía en un embrollo de cruces no muy bien señalizados, además de advertirme de la dureza del recorrido. Salvo una corta primera parte en asfalto, todo prácticamente es en caminos, y las dos subidas a realizar en cada vuelta son cojonudamente fuertes, lugar único que muchos aprovechan para andar sin remedio, o el que no lo hace como yo, correr casi al mismo ritmo. Aquí me uno a un chico, amigo de Pedro, con quien incluso entablo conversación cuando más menos se puede hablar. También por las circunstancias de la prueba ya no estoy todo lo motivado que quisiera y no me importa perder algo de tiempo. Resulta ser compañero de profesión y llegamos a meta superando con muchos resoplidos la cuestaza final. Allí está Sergio ya y nos saludamos y felicitamos. Después llegan Pedro y Alexis. Enseño mis manos llenas de grasa y les cuento lo fatídico de mi día, aunque Pedro y Alexis ya sabían de mi mala suerte al pasar donde pinché y verme con las manos en la “grasa”.
 

       Y cómo no, hacer mención especial a Alexis que con 17 añitos terminó su primer triatlón con toda la clase de un experto corredor, además de irse para casa con el trofeo al primer junior.
 

       Como última cosita a detallar, decir que para ser un triatlón sprint, es de una dureza bastante elevada, dadas sus fuertes subidas tanto en bici como en carrera a pie. Un alto número de participantes decían ser el sprint más duro que habían hecho nunca.


       Al final ocupo el puesto 40 de 71 participantes. Mucha gente, debido al clima y temperatura del agua, no se presentaron a la prueba. O sea que contento con el resultado final dada la avería y su correspondiente reparación y con ello el tiempo perdido. Hubiera estado más adelante evidentemente, pero las cosas han salido así y así se quedarán para el recuerdo que no es más que una anécdota nueva que contar.
 

       Los tiempos fueron los siguientes:

 

Natación: 14:20

Bici: 53:13

Carrera: 22:56








 

lunes, 13 de mayo de 2013

V Vuelta a la Casa de Campo 2013. Una odisea gástrica.


V Vuelta a la Casa de Campo. Una Odisea, un suplicio... buen resultado.

      

 
Casi sin querer, y a falta de sólo diez minutos de cerrar las inscripciones, decidí apuntarme a esta carrera. Sería el domingo doce de mayo, y visto que el día anterior no había podido estar en el que hubiera sido mi primer triatlón olímpico, y tampoco en una carrera de montaña en Guadarrama por quedarme sin dorsal, mi siempre ansioso cuerpo de ponerse un dorsal optó por esta prueba.

 

       La Casa de Campo de Madrid es una de las zonas preferidas para la gente de la capital a la hora de ponerse a correr, y esta carrera constaba de una vuelta circular a toda la casa de campo por la denominada "tapia", algo muy conocido en este lugar. Bueno, pues decir que yo nunca he corrido allí. El recorrido era completamente nuevo para mí, no conocía absolutamente nada y me presenté el día D con tan sólo un perfil grabado en mi cabeza que parecía ser muy rompe piernas como poco.
 

       Con todo ello marché con mi familia hacia la Casa de Campo dejando el coche aparcado en la estación de metro que lleva el mismo nombre y aquí cogimos el tren hasta Lago. Sólo eran dos paradas pero con esto nos ahorraríamos trastornos de aparcamiento en la zona de salida y meta ya que seríamos alrededor de 1.400 participantes. Esta vez llego bastante justo de tiempo. La verdad que, a diferencia de otras pruebas, los nervios brillan por su ausencia. Estoy como pez en el agua. Recojo el dorsal, el 1172, me quito el chándal para quedarme con la ropa de correr que ya traía puesta debajo, y dejamos la mochila en el guardarropa. Cuando termino tan sólo faltan quince minutos para empezar y la gente ya se agolpa en la zona de salida cogiendo posiciones. Veo que no me dará mucho tiempo a calentar y tan sólo corro 5 minutos. A falta de 7 minutos me meto en el bullicio. Decido ponerme en las primeras filas, y es que decididamente prefiero que me adelanten que adelantar yo. Con todo se da la salida, me he puesto por la parte izquierda para que Janet haga fotos, vídeos o lo que quiera. Paso a su lado y el de Valle y recibo los primeros ánimos. El ritmo que llevo es bueno, me encuentro a gusto y las sensaciones son muy buenas. Van a ser 16 kilómetros y medio y, como siempre, y quizás siendo demasiado previsor, decido controlar desde ya, además las cuestas están por venir.


Ultima parte del recorrido.
 

       Toda la primera parte, un kilómetro y medio, o dos, son por asfalto en ligerísimo descenso hasta que en un momento dado se gira a la izquierda y de sopetón te metes en caminos. Rápidamente se llega al primer repecho que llega a la valla de la vía del tren  que se queda a la izquierda. Este repecho no es muy duro y enseguida viene el descenso, pero a partir de aquí un continuo rompe piernas no cesa hasta bien avanzada la prueba. De hecho, algunos repechos son de aupa y te dejan fino filipino. No indican los kilómetros y el primer punto que veo es el 9. Pues más o menos a esta altura y en una bajada bastante pronunciada la tripa me da aviso de que algo no va bien del todo. Se me pasa y doy gracias porque la experiencia con estos casos, por desgracia, ya la tengo, y no es nada buena. Yo sigo con lo mío, subo cuestas, subo cuestones, bajo un poco, subo otro poco, atravieso pequeños puentes, etc. La zona es casi toda en sombra, cosa que se agradece ya que el día presumía ser de calor y aunque es pronto aún, la salida ha sido a las 9:30, el señor Lorenzo ya empezaba a apretar. Además, la zona es muy bonita en general, llena de frondosos bosques que me hacen pensar algo común en quién conoce esta zona: ¿Cómo es posible que estemos pegados a la capital?
 

       Pasan los kilómetros y de vez en cuando la tripa me avisa. Y cada vez la cosa va a peor. El ritmo que llevo es bueno para mí, me estoy encontrando bastante bien y no quisiera que el malestar me dejara bajo mínimos. Allá por el kilómetro trece empiezo a estar mucho peor y creo que voy a tener que pararme en cualquier matorral a dejar constancia de mi paso por allí sin más remedio. Es algo casi incontrolable y la incomodidad es absoluta, pero borrico de mí sigo y sigo, no quiero parar, y como siempre, quiero quedar lo mejor posible y con el menor tiempo también. Ahora llega la parte más dura, y antes de ésta he tenido que bajar irremediablemente el ritmo, y es que es difícil correr rápido mientras aprietas el culo. Es donde peor estoy y casi lo subo andando. Corro, pero no como quiero, menuda rampa, abrumadora, aunque yo miro más tiempo a un arbusto donde esconderme a evacuar que a la cuesta en sí. Pero sigo, madre mía que dolor. Me lo hago encima seguro. Cuando ha finalizado la rampa empieza un terreno más favorable y el malestar es igual. En un momento me giro en dirección a una zona frondosa, pero en un segundo, y sin saber por qué, decido continuar. Quedan dos kilómetros, lo puedo conseguir. Entramos en asfalto y sudo más por mi problemón interno que por el palizón en las piernas. Tocamos asfalto y ya no hay remedio. El bullicio de la Casa de Campo se observa en toda su extensión. Ciclistas, corredores, algo de público, paseantes, así es que ahora, una de dos, o me cago encima o me bajo los pantalones y me ve giñar hasta el tato. Encima estoy yo para esconderme mucho con el traje de mi club que es poco llamativo en colores. Sigo y sigo, aún así no sé cómo puedo mantener un ritmo digno. Hay un momento de mínima paz en mi tripita y veo un cartel que indica el kilómetro 15. Ahí lo doy todo. Es llano hasta meta y cojo un ritmo altísimo, ya me da igual y sólo veo un WC como recompensa final, lo tengo localizado y esa es mi verdadera meta. Los vi antes de la salida donde había una buena fila de corredores para entrar. Espero que cuando llegue estén bien solitos. Adelanto a algún corredor que me adelantó en el peor momento gástrico y me quedo sólo la última parte. Me noto muy bien de sensaciones y sobre todo en una distancia mayor a lo que entreno habitualmente. Quinientos metros y ya oigo la megafonía, por fin la meta está cerca. Veo a Janet y Valle antes de entrar y pienso en que no saben lo sacrificadito que está siendo el día de hoy para mí. Cuando enfilo la recta de meta miro el tiempo y marca 1 hora 10 minutos y me alegro soberanamente. He bajado mucho respecto a los tiempos que me marqué. Pero mi carrera sigue. Los corredores una vez cruzan la línea de meta giran a la izquierda donde dan los obsequios y avituallamiento. Yo ni me acuerdo de esto y sigo recto, sigo corriendo, no puedo hacer otra cosa. Salto una valla sin parar de correr, no aguanto mucho más, y entro por fin a los baños. ¡Mierda! No hay papel en ninguno de los cinco aseos móviles, se lo han liquidado los nervios de los corredores antes de la salida. Miro para atrás y veo a Janet. La grito y no me escucha, no puede ser. Me meto en las vallas para ir en su busca ya que ella esperaba encontrarme por donde salen todos los corredores. Al final me plantifican una bolsa y me la llenan de comida, agua y panfletos de más pruebas. Yo estoy que me muero y mi mujer grabándome como recojo todo con el careto descompuesto. Por fin llego a ella y la digo, -corre, corre-. -¿Qué pasa?       -Dame papel que me llevo cagando desde el kilómetro 13-. La entró la risa y me dio los ansiados clines, y otra vez sprint hasta los aseos. ¡¡¡Ahora SÍ!!! Acabó la carrera.

 

       Dieta blanda y a seguir se ha dicho. El tiempo final empleado fue de 1:10:55 quedando en el puesto 61 de 1309 participantes. Evidentemente podía haber mejorado esta marca algo sin los problemas gástricos, pero poco más. A pesar del dolor de tripa mantuve el ritmo casi toda la carrera salvo algún momento preciso que tuve que aflojar mucho. Un orgullo para mí acabar en semejante posición, no imaginaría hace cosa de dos años, cuando empecé a correr, que podía llegar a estar a este nivel. Y no es que sea Abel Antón o Chema Martínez, pero con tantos problemas y el poco tiempo corriendo que llevo, me hacen sentir muy feliz cada vez que cruzo una línea de meta.

 

miércoles, 8 de mayo de 2013

XXIV Triatlón Nacional Villa de Fuente Alamo 2013

 
                           


Veinticuatro son las ediciones que este triatlón ha tardado en tener un participante como yo, quién en parte se lamenta de no haber conocido este deporte tiempo antes. Aún pienso como puede hacer tantos años que se celebran, e incluso que existían, tantas pruebas de este fantástico deporte, y es que ha sido un olvidado para mí que siempre me aferré a mi bici, y en general, sólo al deporte del ciclismo. Es como si no quisiera ver más allá. Un compañero del trabajo hace ya nueve años me dijo que participaba en pruebas Ironman. Inocente de mí, tan sólo me limité a pensar que nunca sería tan buen ciclista como yo, de nadar y correr ni me acordé. Salió varios días conmigo y mis amigos a rodar y la verdad que iba bastante bien, mejor dicho, iba muy bien. Y he aquí donde pude perder el tren del triatlón en mi vida. Un día saliendo con él, al llegar a casa, empezó mi calvario con la hernia discal de la que tanto he hablado por el blog, y con ello el sedentarismo obligado que me llevó a olvidarme casi, casi, hasta de la bici, cuanto más, de ese deporte desconocido que practicaba mi compañero del trabajo. Pero como dice el refrán “mas vale tarde que nunca” y ahora esa hernia que me alejó en su día del deporte me volvió a ofrecer la oportunidad de volver a hacerlo en forma de triatlón. Cuánto me equivoqué subestimando a mi compañero por el hecho de no ser solamente ciclista. Este deporte que consta de tres disciplinas diferentes, pero unidas entre sí perfectamente, hacen si cabe más duras cada una de las pruebas que se celebran a lo largo del país y como no, del resto del mundo. Sin desprestigiar al ciclismo, faltaría más, de hecho, aún puedo ver mis gafas de bucear o mis zapatillas de running guardadas en el armario de mala forma o secándose llenas de suciedad en la terraza, sin embargo, mi bici, cara o barata, duerme limpita y bajo techo todos los días, y es que, prácticamente, y aunque se enfade mi mujer, ella y el ciclismo en general son como de la familia. El ciclismo es parte de mí y siempre lo será. Pero ahora el ciclismo ha tenido dos hermanitos y como hermanos que son no pienso separarlos nunca.

 

       El sábado 27 de abril era la fecha para la celebración del XXIV Triatlón Nacional Villa de Fuente Álamo. Así que aprovechando la semanita de vacaciones que teníamos mi mujer y yo nos marchamos para Mazarrón el miércoles día 24. Mi intención era sobre todo descansar hasta la carrera entrenando lo justo, pasarlo bien con la familia, y nadar en el mar con el neopreno. Durante los días allí el tiempo no fue bueno y pude usar más bien poco el traje de neopreno en el mar, así que el sábado me planté en la salida con el trabajo bien hecho, pero eso sí, bien hecho en la piscina.
Después de haberme estrenado en el mar.
 
       El viernes salí a rodar un poquito, una hora tranquilo haciendo transición a carrera, todo sin forzar pero entonando las piernas para el día de la carrera. Esto lo he hecho en los duatlones en los que he participado esta temporada y el día de la prueba me he encontrado bastante bien. Después de llegar, ducharme, y comer algo, nos marchamos para Fuente Álamo con la intención de recoger el dorsal y obsequios que nos da la organización. Fuente Álamo está a 25 kilómetros de Mazarrón y el recorrido de ciclismo a realizar en la prueba lo hago con el coche. El puerto que se sube no me deja compararlo con algo parecido a las zonas que más frecuento por Madrid. La primera parte del recorrido son 11 kilómetros todos en subida yendo desde el nivel del mar a los 357 metros de altitud del puerto en cuestión. La parte más dura es la última donde alguna rampa se acerca al 10%. Desde la coronación hay una bajada de dos o tres kilómetros y el resto hasta la meta sería de llano o falso llano favorable. Me fijo en las banderas y siempre indican que el aire en el recorrido es siempre a favor. Debe ser algo común aquí, ya que recuerdo por vídeos de la prueba del año anterior, que el aire fue siempre favorable. Me gusta el recorrido ciclista y confío en recuperar lo perdido en la natación.

 

       Llega el sábado, la carrera es por la tarde, y bien temprano nos marchamos de nuevo a Fuente Álamo. Los nervios están a flor de piel. El mar al que desde que llegué no le quito la vista de encima me produce dudas y algo de miedo. Me acuerdo de mis dos triatlones del año anterior en Madrid, eran en lagos y el nadar fue una auténtica odisea. Aquí el mar se mueve, hay corrientes, olas y hay mucha profundidad, jeje, y por supuesto los leñazos están servidos. En el pueblo voy ultimando todo para la carrera. Dejo lo necesario en la T2 para la carrera a pie y la bici en el tráiler para ser trasladada a la T1. La bolsa con el neopreno, las gafas, etc, las llevo conmigo a Mazarrón. Nos vamos encontrando, por fin, la gente del club Trialcorcón y comemos juntos para cargar de gasolina los cuerpos. Los nervios e ilusión predominan en los miembros del equipo. Algunos somos novatos y otros ya han corrido aquí en más ocasiones, pero ambos adjetivos son idénticos para todos. Cuando llegan las tres de la tarde nos vamos para los autocares que nos llevarán a la playa. El ambiente se puede decir que es ejemplar, único. De veras estoy sintiendo lo que tanto me contaron de este triatlón. Organización de 10, ambiente extraordinario y sobre todo lo que yo veía, ilusión por parte de todos, desde el mejor profesional a el más inexperto triatleta.

 

Llegamos a Mazarrón, preparamos todo en la T1 donde ya estaban esperándonos en su lugar las bicicletas, y nos vamos hacia la orilla del mar donde los participantes se agolpan, unos en la orilla y otros ya calentando en el agua. Me fijo en las boyas y la primera sensación es que no están lejos, ¡no, qué va! Mientras las féminas están preparadas para salir, nosotros nos tiramos a nadar y calentar un poquito. Ellas salen a las cinco en punto, media hora después nosotros. Entre medias los profesionales y cinco minutos antes de la última tanda, la mía y absoluta. En ella van los más jóvenes y los de 39 años para arriba. Los más  veteranos como Ballesteros, Iván o Alberto nos dan consejitos a Oscar y a mí que agradezco de veras. Enseguida pasa el tiempo y sin más me veo entre gorros verdes y trajes negros esperando el bocinazo. Me coloco por el medio, me lo dice Ballesteros y sin miedo, allí me pongo. Mmmmmmmmmmeeeeeeeeeeeeeennnnnnnnnggggggggggg. ¡¡¡¡Vámonos!!!!

Ya no hay vuelta atrás, a disfrutar.
 
      A correr por la arena, a saltar por la orilla y a tragar agua salada. Empiezo bien, tiramos mar adentro  y poco tardo en sentir un millar de golpes. Uno por detrás no para de darme leñazos por toda la pierna y otro se ha pegado a mi lado como una lapa. Le importa un huevo que mi brazo derecho cada vez que sale le golpee irremediablemente, lo mismo que le importa otro huevo el pegarme sin dudarlo él a mí. Y seguimos, nada más que veo salpicones y el movimiento del mar me parece como si estuviese en medio de un temporal con sus grandes olas asesinas acechando mi endeble y cansado cuerpo. No veo la gran boya por más que saco la cabeza, con lo bien que veo todo cuando la saco en la piscina. En un momento dado la veo, está lejos pero vamos para allá entre manotazos y demás golpes indescriptibles. Por fin el giro. La boya y una gran barca con mucha gente quedan a nuestra izquierda. Siento envidia por los que están allí arriba mirando a tanto simpático nadador. Pienso de todo mientras nado. Una de las cosas que pienso es en lo raro que es el que nadie se ahogue en estas carreras. Tengo que parar un segundo y nado a braza. Me he tragado un buen vasito de agua salada que me hace toser sin más remedio. Vuelvo a nadar y a por el siguiente giro. Pienso que lo peor ha pasado y así es. Ahora todo es más a favor y por fin tengo más hueco para que mi nado sea más rápido, preciso y falto de agobios. Siguiente giro y rumbo a la orilla. Aquí es donde mejor me encuentro pero se me hace largo. Creo que acelero en exceso porque cuando por fin toco la arena y me pongo de pie el pedo que llevo es descomunal. Empiezo a correr por la arena dirección a la transición y me quito la cremallera mientras me voy contra las vallas en la zona más estrecha. Casi me pego el leñazo padre y pienso en que se debe estar descojonando de risa de mí el público allí congregado. Al pasar por las duchas decido dar unos pasos andando para recuperar la compostura y sacarme toda la parte de arriba del neo. El neo, al contrario de lo que pensé, me lo quitó rapidísimo pero el tiempo empleado en general en la transición es lento por el alto pedo marítimo alcanzado. Estoy cojonudo, creo que nadando no he movido las piernas casi, pero aún así me duelen. Salgo con la bici contento del segmento de natación y me subo a la burra, ahora viene lo que más me gusta. ¡¡Piiiiii!! Error. No voy bien y lo noto en la primera pedalada. Las piernas están cansadas y el cuerpo aún no está en equilibrio. Encima, y para colmo, el aire de frente es espectacular. Pega de lo lindo y no se va en todo el recorrido. Noto que no voy ni al 50% de cómo debería ir en esa zona. Sin duda, debe ser el cambio natación-bici el que me ha dejado un poco trastocado. Al contrario que la transición bici-correr, ésta la he entrenado menos. Aún así confío en encontrar por fin un buen ritmo. Mientras tanto al fondo, en las montañas donde corona el puerto, las nubes están tomando un color negro muy serio y sé de sobra que nos vamos a mojar. No termino de encontrarme bien en todo el puerto salvo en la parte final donde noto mejoría, y es que, el aire no me ha dado mucha tregua. Llega la bajada y me lanzo. Aún no nos hemos mojado pero no tardará. Bajando esquivo a un corredor que se ha caído poco antes de pasar yo y al que claramente se le aprecia que no le ha ocurrido nada serio. Llega el llano y se empieza a volar. Vamos un grupito y enseguida nos pasa otro que van a doscientos. Esprinto y me voy con ellos. Desde que corono el puerto y hasta Fuente Álamo he enganchado a tres de mis cuatro compañeros de categoría que, evidentemente, salieron antes que yo del agua. Con ellos en el grupo formado llegamos a la T2. A falta de tres kilómetros la tromba de agua es para cagarse vivo y nos pone a remojo a base de bien. El agua y los salpicones de las ruedas de los competidores pican en la cara que da gusto. Me acuerdo de Janet y Valle que estarán esperando a que llegue y que seguramente se estén mojando. Pues como no podía ser de otra forma al entrar en el pueblo me llegan sus gritos de ánimo desde el lado derecho de la carretera.

 

       Entro en la T2, me preparo muy rápido y salgo corriendo a la vez que mi compañero de club Alberto. Doy dos pasos y algo no va bien. Me pesa la cabeza en exceso y algo parece que me agarrara por el cuello. ¡Coño el casco! Qué desastre. En dos segundos soluciono el ridículo problemilla. Siempre me acaba pasando algo. Será la inexperiencia, digo yo. Nada mas salir noto las piernas muy bien, me encuentro de maravilla, como si no hubiese montando antes en bici, y previo al ciclismo, nadar. Todo esta mojado y en algunas zonas hay unos buenos charcos. Llueve todo el rato pero ya no es la tromba que nos ha caído en la bici, se lleva bien, pero pongo especial cuidado en los giros cerrados donde el asfalto está pintado y me puede llevar a pegarme el trastazo si me llego a resbalar. Durante todo el recorrido sigo recibiendo el apoyo de mis dos chicas además de el del público asistente a pesar de la mala tarde de lluvia.
 
 
       También cuando nos encontramos de frente los compañeros del Trialcorcón nos animamos sabedores de que todos vamos a finalizar sin mayores problemas. En un momento también paso a Pedro que ha salido en la tanda anterior y sus ánimos también son muy de agradecer y me empujan un poquito más rápido hacia la línea de meta. El ritmo en general es bueno, incluso podría haber forzado algo, pero unos pequeños amagos de tirón en las piernas me hacían ser algo previsor y guardar ese puntito para no cometer el error de llegar al calambre final que me hiciese parar sin remedio. Ya se ve la meta al fondo, el tiempo es malísimo y todo el público ve la carrera bajo sus paraguas, pero yo hace tiempo que no me acuerdo que llueve, voy a completar mi primer triatlón nadando en el mar y pedaleado con mi bici de carreras por asfalto. Piso la alfombra y entre la hilera de altas plantas que ha puesto la organización corro lo más elegante que puedo en dirección a la línea de meta. Miro el tiempo que pone en el crono y leo 2:05. Le quito la media hora desde que salieron las féminas y el resultado es de 1:35.
 
 
       La verdad que en tiempo creí que iba a hacer bastante menos pero sin duda todo se me fue en el ciclismo donde el cruel viento me hizo perder un ritmo adecuado en toda la subida al puerto y con ello una buena cantidad de minutos. También las transiciones fueron lentas pero todo son detalles a mejorar y es que para ser el primer triatlón serio que hago no me puedo quejar mucho porque en general estuvo bien de sensaciones. El mar mucho mejor de lo esperado, la bici mal, pero pasándola bastante bien, aquí, supongo, valdría mi experiencia en este sector, y la carrera muy bien para ir casi todo el camino con amagos de calambres. El resultado final fue el 309 de la general final de cerca de 700 participantes incluidos delante de mí todos los profesionales, élite. Nunca imaginaría aparecer en una carrera ciclista, que no marcha, en la misma clasificación que Contador y compañía, aquí sí... Así que descontando la categoría elite que eran 100 triatletas me quedo con el puesto 209 de casi 600, es que un poco enrevesado y siempre me gusta mirar los resultados de las pruebas en las que participo y bastante es ya  correr en una categoría donde la suelen llamar absoluta y compiten de 18 a 39 años, pues ale, con dos cojones. 
        Lo importante es disfrutar de la carrera, y lo hago, pero como digo, quede como quede me gusta mirar los tiempos y posición alcanzada en la prueba. Pues eso, y de mi categoría quedé el 139 de 300 participantes.


       Como me dijeron los compañeros del Trialcorcón Villalkor, este triatlón es todo un referente para cualquiera que le guste el deporte de las tres disciplinas. La organización es exquisita y comparándolo con otra prueba, podría decir que se asemeja bastante al ambiente deportivo que se respira en la Quebrantahuesos, marcha ciclista de los Pirineos. Total, que si puedo volveré a repetir semejante experiencia y, como no, también a intentar mejorar esta.




Con Valle, Janet y cinco de los siete compañeros de equipo antes de marchar a Mazarrón.


Recogiendo la pulsera que indica que al siguiente paso es entrada en meta.

Como dice mi hija: "papá con el traje de tiGurón"