Por fin me desvirgué en distancia olímpica, y de qué manera. Rondaba finales de 2012 y una noticia a través de internet encendía una bombillita de ilusión en mi cabeza. Mi intención de realizar al año siguiente algún triatlón olímpico tomaba forma y fecha. La noticia decía algo así como: “ El final de la etapa reina de la Vuelta a España en la Bola del Mundo acogerá un triatlón”. El recorrido, el entorno, la cercanía a casa y todo ello en mi sierra de Guadarrama, auguraba sin duda un triatlón especial. Sin más, y aún con miedo a las distancias, especialmente la de natación, me apunté sin demora. Sería en mayo, así que tendría tiempo de entrenar y darle caña al agua principalmente. Finalmente el clima tan adverso que sufrimos en toda la península, el cual se alargó de manera casi crítica al ya de por sí largo invierno de Madrid, hizo que la organización suspendiera irremediablemente la prueba aplazándola al mes de septiembre.
Finalmente el largísimo invierno pasó,
como pasó la primavera y casi, casi el verano para así llegar a la fecha
esperada, el 15 de septiembre. Durante este año, y hasta la fecha en cuestión, me
he curtido en algunas batallas donde se aprende por narices, y cómo no, vas
cogiendo experiencia en este mundo del que nunca se sabe todo. Triatlón de
Fuente Alamo, Triatlón de San Rafael en Segovia, ambos en distancia sprint,
Triatlón Wilf Wolf Madrid en distancia short y sin drafting, así como duatlones
de carretera como el Campeonato de Madrid de Duatlón, algún duatlon cross y también alguna carrera popular. Sin duda, la fecha tardía también ha valido para llegar más
curtido a la cima Coppi de mi historial triatlético.
El recorrido no podía ser mejor ni más
duro. La natación se realizaría en el embalse de Navacerrada con la
peculiaridad de que nosotros inauguraríamos este bonito embalse en cuanto a la
disputa de una prueba deportiva en sus aguas. El ciclismo constaría de casi 40
kilómetros realizando un circuito de dos vueltas de unos 20 kilómetros por los
pueblos de Cerceda, Mataelpino y Navacerrada enlazando en la última vuelta con
la subida al criminal puerto. Y la carrera a pie de 10 kilómetros se
desarrollaría por la famosa cresta de esta bonita sierra, la llamada Cuerda Larga,
coronando los picos de Guarramillas, Valdemartín y Cabezas de Hierro Menor para
finalizar a los pies de la Bola del Mundo.
El sábado, día previo a la carrera, mi
familia y yo subimos hasta la T2 a dejar preparado todo lo necesario para el
paso por esa transición al día siguiente. Para ello utilizamos el telesilla en
el que mi peque disfrutó de lo lindo. Desde este medio de transporte
montañero se veía todo lo que al día siguiente nos íbamos a encontrar, y por qué no decirlo, los nervios empezaban a aparecer, iba a ser un recorrido monumental. Al llegar
a la T2 todo estaba montado ya, me entregaron la bolsa de corredor, dejé todo
preparado e hicimos unas fotos. Mis dos compañeros de club, Jose Luis y Sergio Flor, finalmente no estarían en la línea de salida al darse de baja cuando la prueba fue suspendida allá por el mes de
mayo. Así que al estar allí, en vivo y en directo, ver esas grandes montañas
con el pico de Cabezas de Hierro hasta donde deberíamos correr, la
subida cementada a la Bola y demás cositas de este súper triatlón no hacían más que
causar temor. A mi familia no le salían otras palabras: ¡estáis locos!
Esta vez toca madrugar, a las 5:30 estoy
en pie, tomo un desayuno ligero y emprendo el camino hacia Navacerrada. No
llega a una hora de viaje y el escaso tráfico ayuda en ello. Por el camino veo
estrellas, muchas estrellas, y me alegro soberanamente. La predicción a
principios de semana era de lluvias, al final cambió y el domingo parecía que
iba a hacer muy bueno. Llego a Navacerrada, aún es de noche. Son las 7 y poco de
la mañana, la salida es a las 8, y cerca del pantano ya hay mucha gente.
Tranquilamente voy preparando las cosas, cojo la bici y me uno al deambular de
mis compañeros de aventuras atléticas en dirección a la T1. Se sienten los
nerviecillos. De repente alguien me llama por mi nombre y me encuentro a Alex,
compañero de trabajo, y de deporte, claro. Juntos nos vamos hacia la T1 y éste
parece ser el único que no está nervioso, será la experiencia, digo yo, o que
coño, el singular tipejo con sus, quizá demasiadas gracias, lo disimula muy bien. Poco a poco va amaneciendo y la hora se va
acercando. Voy preparando las cosas aunque con muchas dudas de que ponerme cuando
salga del agua y coja la bici. El día es bueno, pero ya no es julio ni agosto y
refresca bastante. Ya se verá. Una vez puesto el neopreno el cual es opcional
dada la temperatura del agua, unos 20 grados, nos vamos acercando a la orilla.
El embalse está precioso con el amanecer y sus tranquilas aguas hacen de él una
increíble e inmensa piscina natural rodeada de bellas cumbres que más tarde,
ojalá, podrán sentir mis pies al correr. Somos doscientos y pico triatletas, la
mayoría a realizar la distancia olímpica, y unos pocos otra más corta. Nosotros
saldremos primero. Serán dos vueltas de 750 metros. Es la primera vez que nado
esta distancia en competición pero ahora ya no tengo miedo. Mucho tiempo atrás
quedaron esos comienzos donde un largo de 25 metros me dejaba jadeando. He
entrenado mucho y el miedo se ha ido, ahora sólo hay respeto.
Desde el agua se da la salida. Dos
grandes boyas en medio del lago marcan los giros a realizar. Me coloco a la
izquierda, no quiero ser golpeado en exceso y desde el principio recibo pocos
golpes y agobio. Me encuentro bien y voy a lo mío. Primera boya muy abierto,
cero agobios y golpes, segunda boya igual. Aparte de querer ir por fuera yo
solito me voy para la izquierda una barbaridad, cada vez que saco la cabeza
tengo que enderezar el rumbo. A mi izquierda no va nadie nunca, a mi derecha
todo dios. Primera vuelta, salimos del agua, se corren unos 25 metros para
lanzarnos de nuevo. A mitad de la segunda vuelta empiezo a notar un pequeño
amago de tirón en la pierna pero no va a más y consigo salir muy bien. Contento
mientras corro por la moqueta a por mi bici me voy quitando el neopreno
mientras pienso que tengo hecha una parte de esta aventura. El tiempo que
realicé fue de veinticinco minutos y algo. Ni loco creí poder hacer ese tiempo nunca.
Sin prisas pero sin pausa me quito la parte de abajo del neopreno y opto por no
ponerme ni maillot ni manguitos, así que me pongo el casco, las zapatillas y
cojo la bici. Al irme me dejo las gafas, ¡qué marrón!. Las busco en la mochila
rápidamente y me voy corriendo unos 200 metros hasta la línea de los jueces
donde me subo a la bici y comienzo mi segundo segmento.
Nada mas empezar es cuesta arriba, muy
cuesta arriba y por pavés. La bici bota en exceso y deseo pisar asfalto
rápidamente. En cuanto llego a él empieza una bajada y enseguida enlazamos con
el circuito al que daremos dos vueltas. Cogemos mucha velocidad, nos hemos
juntado unos cuantos y nos damos relevos. Giramos dirección Mataelpino y
comienza una buena subida. Aquí se observa claramente que cada uno coge su
ritmo y la mayoría opta por no quemarse a rueda de nadie que no sea de su nivel. Queda mucho para reventar tan pronto al cuerpo. Me hago reservón y no
fuerzo mucho en ningún momento aunque tampoco voy de paseo. Me junto con un chico con el que hago todo el
triatlón. Llevamos más o menos el mismo nivel y nos entendemos perfectamente.
Segunda vuelta y la cabeza ya sólo piensa en el puerto, bueno y también en la
carrera a pie. Desde la segunda vuelta y hasta el final vamos pasando gente de
la prueba corta, los cuales han nadado la mitad que nosotros y al circuito de
ciclismo sólo le han dado una vuelta, también pasamos a alguno de la prueba
larga. Empieza Navacerrada y el ritmo que llevo es muy bueno. Las piernas me
van bien y me noto fuerte, aún así no fuerzo más de lo que me exige la subida
donde en ocasiones, como en la zona del Ventorrillo, no quedan más huevos que
forzar un poquito las patas, y es que mi cabeza sabe bien lo que aún queda, los
temibles tres kilómetros y medio finales de bici y el trail de diez. Otro dato
singular en el puerto es el corte de tráfico. Aunque extraño, la organización ha
logrado para esta prueba restringir el tráfico a motor en toda la carrera lo
que hace a mi conocida subida a Navacerrada una preciosa ascensión en plena
armonía ciclista-naturaleza. Sigo subiendo y cogiendo gente junto a Javi, mi
compi de viaje. Cuando la pendiente lo permite compartimos alguna pequeña
conversación, se le ve buen tío, a veces me pasa el relevo y yo lo hago
igualmente. En la Fuente de Los Geólogos está el primer avituallamiento pero no
cojo nada. No he bebido mucho y aún tengo líquido en el bidón,
suficiente para acabar. Aquí empieza a hacer algo de frío y es que se empieza a
notar la altitud. Pero se acerca el final del puerto de Navacerrada en sí,
situado a 1.860 metros de altitud. Un llaneo de sólo unos 25 metros y empieza
el calvario, se acabó cualquier frío en el cuerpo. Nos deseamos suerte Javi y
yo y metemos todo el desarrollo que
llevamos. Hasta aquí, hasta Navacerrada puerto, he subido en varias ocasiones,
pero hasta la Bola nunca, por lo menos en bicicleta. Se de lo extremo que es,
no hay más que ver los porcentajes en su altimetría, y a pesar de haber
intentado ir en alguna ocasión a verlo antes de la carrera finalmente nunca
subí estos últimos y salvajes tres kilómetros y medio.
He subido hasta el puerto muy bien, creo
que nunca lo he subido igual y estoy animado a hacerlo bien en lo más duro. Un
giro a la derecha, enseguida dejamos el puesto de la Cruz Roja a nuestro lado y
una S con asfalto cementado y peligrosa tierra suelta nos da la bienvenida en
forma de rampa al 18% de desnivel. Desde este momento me doy cuenta de que al
porcentaje imposible hay que sumarle el estado de esta pista de cemento que no
hace más que endurecer la subida durante todo el recorrido final. Nos
retorcemos desde el primer momento mientras en lo alto se divisa donde
deberemos llegar. Son 400 metros de desnivel en 3 km y medio con rampas
continuas durísimas llegando a algunas al 21%. Nunca pensé que una rampa del
10% sería un alivio, pues así era, en ellas se descansaba, y había pocas.
Llega un momento donde no sabes lo que estás haciendo, subes por inercia y
pienso en algún momento que esto no es ciclismo, esto no se me asemeja a
pedalear. No me parece que lo haga, sólo ejerzo una fuerza brutal en mis
piernas para que no se pare del todo mi bici, casi sin pensar en que lo que
hago es dar pedales. La vegetación es inexistente aquí, el entorno precioso, y
el marco ciclista sublime. Los metros van pasando lentamente, todavía se ve muy
alto el Bar La Bola donde el día anterior estuve con Janet y Valle preparando
mi paso por allí. Sé que ahora viene otra zona durísima, más si cabe. En un
giro a izquierdas la carretera se convierte en pared. Asusta encontrártelo de
frente y pienso que no seré capaz de subirlo pero tiro para arriba apretando
los dientes. El público empieza a aparecer y sus ánimos son un aliciente único
en este momento. La sucesión de curvas de herradura es abrumador en
porcentajes. Pasamos al lado del público que nos ánima, los cuales andando
lentamente pueden ir a nuestro lado sin problemas. El final va llegando, sé que
lo conseguiré. Última curva a la izquierda y en falso llano de 50 metros
llegamos a la T2. Una subida indescriptible, preciosa, dura, emocionante.
Subiendo pensé que eso no era ciclismo, cuando llegué arriba me consideré ciclista.
Cuando entro en la T2 veo que acaba de
salir Alex. Me había sacado tres minutos en la natación y en el ciclismo le había
recortado yo a él. Aquí al igual que en la T1 no cojo ropa de abrigo y salgo
con el tritraje a correr como hacen la mayoría. Me pongo mis zapas de trail, la
visera, dorsal adelante y a correr. Seguimos juntos Javi y yo también en la
carrera. Cojo unos geles en el avituallamiento y me tomo uno. En la bici no
tomé ninguno, sólo bebida isotónica y juntos corremos por la montaña. El trail
empieza en subida pero aquí se puede correr sin problemas. Las piernas me van
muy bien aún, muy al contrario de lo que pensé y del miedo que tenía a correr
después de subir semejante puerto. En ocasiones Javi se queda algo rezagado,
sobre todo en las bajadas, en las subidas me pilla de nuevo. Desde las mismas
antenas se inicia un descenso donde al acabarlo hay un avituallamiento, termino
el gel que me tomé al principio y bebo del liquido isotónico que dá la
organización. Es gaseoso y está malísimo. Por los siguientes avituallamientos
opto por el agüita de toda la vida. Aquí empieza una subida fuerte al Cerro de
Valdemartín toda por un pequeño sendero muy visible pero pedregoso. No se
puede correr, pero andamos cuesta arriba a todo trapo. Antes de coronar ya corremos y de nuevo
una larga bajada. Al final de esta un nuevo avituallamiento y la subida por
excelencia a Cabeza de Hierro Menor. Casi toda andando, a veces corriendo y la
última parte trepando. Trepando por las rocas a la vez que buscando el camino
de ascenso. No era para perderse ni mucho menos, pero había que fijarse un
poquito. Por fin se corona, hay un miembro de la organización que hace fotos, te da una pulsera y te indica donde hacer el giro y el
camino de descenso a seguir. Me dice si quiero otra foto, y le digo que por qué no. Pues allí, en lo alto, quedo bien plasmado, hasta hago una pose. Empieza el
descenso complicado y técnico, en ocasiones buscando por donde bajar. Me
encuentro bien y sólo queda la vuelta. Aquí se me ha ido algo Javi pero no me
pico con él. La bajada se las trae pero voy bastante rápido. De nuevo la subida
a Valdemartín y en el descenso me alcanza la primera clasificada que me dice al ver mi indumentaria que perteneció a mi club el año anterior. Nos
juntamos un rato en la subida a Guarramillas ella, Javi y yo. Sé que voy a
acabar el triatlón con el que tanto soñé. La última parte hasta las antenas de La Bola
del Mundo, y aunque siendo cuesta arriba, los tres corremos a buen ritmo y a
partir de aquí unos 400 metros de bajada hasta la meta. En la bajada me relajo
aunque irremediablemente me embalo. Abajo al fondo se ve la meta, hay mucho
público, la mayoría nos anima, así como lo hacen los montañeros que en su día
de excursión se han encontrado con este tinglado en la cima de esta mítica
montaña madrileña. Se agradecen soberanamente esos ánimos y con un cansado pero
heróico “gracias” se lo hago saber. Estoy muy feliz y es emocionante la
llegada. Llego y aprieto los puños mientras sonrío. Y vuelvo a repetir, es
emocionante. Nunca en una carrera me he emocionado tanto. Sin llegar a llorar, aunque el acongoje le tenía, y es que hace relativamente poco tiempo tuve
que dejar el ciclismo por tener una hernia discal que me tenia destrozado
física y moralmente. También hace relativamente poco empecé a nadar y sólo un
poquito de tiempo antes, a correr.
Llegar aquí, correr esta prueba, disfrutarla
como la he disfrutado y finalizarla de esta forma, tan feliz, simplemente
emociona. Será porque este deporte es eso, emocionante.
Tiempo total: 3h:49':56"
Natación: 25’:44”
Ciclismo: 1h:55’:11”
Carrera: 1h:21’:59”
Posición General: 45º